COMO
ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS
Una
de las afirmaciones más básicas del cristianismo es que Dios habla al ser
humano. A través de toda la Biblia se ve la frase: “Y dijo Dios. . . ” No nos
toma demasiado tiempo darnos cuenta de que ciertamente Dios habla al ser
humano. Dios desea relacionarse contigo. Desea relacionarse en forma personal
contigo. No hay relación sin comunicación. Dios ha elegido hablarnos.
Dios
a lo largo de toda la vida de la Iglesia habla con su pueblo, con los santos,
con los más humildes.
La
cuestión es que a menudo hay problemas en la comunicación. Cuando alguien me
habla, a menudo yo a)
No la oigo, y b) La malinterpreto. ¡No me cabe duda de que soy el único hombre
al que le pasa eso!
En
los grupos con los que he trabajado siempre veo algo, y es que lo hombres
tienen problemas de comunicación con las mujeres y viceversa, hay un par de
cosas que necesitamos comprender
sobre las mujeres… ¡y nadie sabe qué cosas son! Si tengo tanta dificultad con
mi esposa, con quien paso la vida entera y a quien amo y conozco, y aun así no
siempre nos comunicamos con claridad, ¿no es lógico que tengas problemas de
comunicación con Dios? ¡Y los tenemos!
Para
ser honesto, desconfío mucho de la gente que siempre tiene una palabra clara de
parte de Dios. Muchos de los que afirman que Dios les habló han cometido una
cantidad enorme de errores. Siento mucha desconfianza cuando alguien se me
acerca y me dice: “Dios me dijo tal cosa…”
Siempre tienen una palabra clara. Algunos creen que los sacerdotes o líderes
siempre entendemos con exactitud qué es lo que Dios quiere que hagamos. Eso no
es verdad. A menudo tengo tanta confusión como cualquier otra persona en cuanto
a lo que Dios está diciendo, o lo que quiere decir.
A
veces siento que algunos creen que tengo un pequeño teléfono que uso como línea
directa con Dios; creen que Dios me dice qué es lo que debo decirles a ustedes
y que esa es mi forma de hablar con Dios. Dios no me envía correos
electrónicos; no me envía telegramas. Tampoco Dios me envía un fax. A veces siento
tanta confusión como ustedes en cuanto a este tema de oír a Dios.
Por
otro lado, hay veces en la vida en las que, cuando Dios habla, no me cabe
absolutamente ninguna duda de que es Él quien me está hablando. Tal como cuando
me llama mi madre por teléfono: no tengo que preguntar quién habla; le conozco
la voz. Hay veces que Dios me habla y yo sé exactamente quién es, quién me está
metiendo esa idea en la mente. Sé de dónde proviene eso que se está grabando en
mi mente.
¿Qué
es lo que produce la diferencia? La diferencia está en nuestra actitud. No hay
nada más importante para ti que entender que Dios desea hablarte y que
efectivamente puedes oírlo con sólo sintonizarlo. Una vez dijo Jesús, en Lucas
8,8: “El que tiene oídos para oír, ¡que oiga!” Abre tus oídos. Debes estar
sintonizado para poder oír a Dios hablar.
Algunos
teléfonos inalámbricos tienen diferentes canales. Si tomamos uno y no se
escucha muy claro, hay mucha estática y ruidos, cambiamos y cambiamos de canal
hasta llegar al acertado y ahí de repente, se escucha más claro que el agua.
Muchas veces Dios te ha hablado pero no escuchaste con claridad porque no
estabas en el canal debido. En este momento hay muchas ondas de radio en esta
sala pero tú no las oyes porque no estás sintonizado. Inclusive están pasando
por tu cuerpo. Hay ondas de televisión que están cruzando el aire en este
instante; ni siquiera las ves. Si tuvieras un receptor y sintonizaras bien,
podrías ver la imagen. En este momento Dios les está hablando a muchos aquí; tú
no lo ves, pero es así; es que tu recepción está borrosa.
Quiero
aclararles que todo esto es cuestión de actitud mental. Hay cuatro tipos de
actitudes, de las cuales dependerá que recibas, o no, el mensaje de Dios con
claridad. Esto es algo muy importante. Obviamente, si puedes sintonizar a Dios,
Él te guiará y te hará ahorrar mucho tiempo, y evitar que cometas errores; te
dará consuelo cuando lo necesites, te guiará, y mucho más.
Jesús
contó la historia que se encuentra en Lucas 8, donde dice: Les voy a relatar
una historia.
Había
un sembrador que salió a sembrar semillas, y al hacerlo, la semilla cayó en
distintos tipos de terreno. En la antigüedad, en el Medio Oriente no se
plantaba una semilla en un agujero que luego se cubriría con tierra. Se hacía
lo que se llamaba sembrado al voleo, es decir por diseminación. El sembrador
tenía una bolsita llena de semillas colgando a su costado y, mientras caminaba
por el campo, el cual él ya había labrado, las arrojaba, desparramándolas.
Lógico, algunas de las semillas caían en buena tierra y otras no. Dice Jesús
que estos cuatro tipos de tierra representan cuatro actitudes. No se trata de
cuatro tipos diferentes de personas, sino que en realidad todos nosotros hemos
tenido estos cuatro tipos distintos de actitud. De cuando en cuando las
modificamos. A veces estamos muy abiertos a Dios y a lo que Él nos quiere
decir. Otras veces estamos muy cerrados.
1.
DEBO CULTIVAR UNA MENTE ABIERTA.
Debo
esperar ansiosamente que Dios me hable, debo estar a la espera de oírlo. Debo
estar listo y dispuesto a escuchar a Dios. Algunos de los que leen este
artículo no creen en Dios o no forman parte de Courage. Están en la búsqueda.
Tienen a Jesús “en observación”. Bienvenidos, estamos contentos que estén aquí.
Otros son nuevos miembros de Courage. Otros hace muchos años que formamos parte
de esta comunidad y creemos en Jesús pero si yo les preguntara si alguna vez
oyeron a Dios hablarles, muchos dirían: “No recuerdo ni una vez en la vida en
que Dios me haya hablado”. No me refiero a una voz audible, sino a un
pensamiento o idea que te vino y que supieras que eso sí venía de Dios.
Muchos
escritos de vidas de Santos, cuando se refieren a que Dios les hablaba, no se
refieren a la voz audible de Dios, sino a que ellos tenían una mente abierta
para sintonizar el canal de Dios. Si nunca has estado en este canal lee
detenidamente.
¿A qué se debe esto?
Una
de las razones podría ser que nunca hayas estado abierto a esa posibilidad.
Quizá ni siquiera sabías que era posible que Dios deseara hablarte directamente.
Quizás como yo, habías cometido el error de que Dios hablaba solo audiblemente
y solo a unos pocos elegidos, no hay nada mas falso que esto. Pensabas que
quizá Dios no quería hablarte, y quizá ni siquiera crees en eso. Cuando te
cierras mentalmente, es obvio que Dios no puede comunicarse. Este es el primer
tipo de terreno. V. 5: “...una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los
pájaros se la comieron… [V. 12] Los que están junto al camino son los que oyen,
pero luego viene el diablo y les quita la palabra de su corazón, no sea que crean y se salven”.
En
cada granja, en cada campo, había un sendero por el que caminaba el labrador.
Al caminar, sembraba la semilla en la tierra que estaba preparada. Los senderos
tienen dos características: Una es que se endurecen por causa de la gente que
constantemente camina encima. El suelo se compacta y no es fértil y preparado
como el campo. Es duro. La otra característica es que el sendero es angosto.
¿Conoces a alguien que sea así? Gente cerrada y estrecha de mente, con el
corazón endurecido. Ni siquiera están abiertos a la posibilidad de que Dios les
pueda hablar. Por consiguiente Jesús dice que el labrador siembra semilla pero
ésta no penetra a causa de lo duro y compacto del terreno. No echa raíces, no
crece, se queda en la superficie del terreno y las aves vienen y se la comen.
Ni siquiera tiene la oportunidad de crecer. Lo mismo ocurre muchas veces con
nosotros. Dios quiere hablarnos pero ni siquiera tiene la oportunidad de
hacerlo debido a nuestra mente cerrada, a nuestro corazón endurecido, porque ya
hemos tomado una postura, no estamos dispuestos a escuchar, ya hemos decidido
qué es lo que vamos a hacer, así que no queremos oír a Dios. Hemos resuelto qué
es lo que haremos en esta situación.
¿Qué
es lo que nos hace tener la mente cerrada?
A)
Orgullo. El orgullo nos hace tener la mente cerrada. Cuando me digo a mí mismo:
“Yo no necesito a Dios. No necesito oírlo. Puedo arreglármelas por mi propia
cuenta en esta decisión comercial. . . no necesito a Dios. Yo sé lo que tengo
que decirle a mis hijos . . . no necesito a Dios. Yo sé cómo manejar las cosas
cuando salga con esa mujer (o con ese hombre) . . . no necesito a Dios. Me
puedo sacar una buena nota en el examen sin necesidad de orar”. Cada vez que
optas por no orar con respecto a algo, estás en efecto diciendo: “No necesito a
Dios en este asunto. Me las puedo arreglar por mi cuenta. Puedo resolverlo
solo. Puedo darle solución yo solo. Puedo arreglármelas con este lío. Puedo
corregir este error. Puedo resolver ese conflicto. No necesito a Dios”. Eso es
orgullo. Cuando estoy lleno de orgullo, le cierro la mente a Dios y Él no puede
venir a decirme nada porque yo ya lo resolví todo. Así que no oro.
B)
Temor. A veces tenemos temor de lo que Dios pueda decirnos. ¿Qué pasa si oro o
le abro la mente a Dios y me pide que haga algo que no quiero hacer? Quizá me
pida algo difícil. Quizá me pida que haga algo que le desagrade a la gente.
Quizá me pida que haga algo que yo creo que no puedo hacer o que no deseo
hacer. Así que me da miedo. Si permito que Dios me hable, podría convertirme en
un fanático. Me voy a convertir en uno de esos tipos raros que predican y me
voy a tener que hacer un peinado de esos extravagantes, o solo voy a tener que
escuchar música religiosa, y voy a andar diciendo cosas raras, espantando
demonios por el mundo, etc. Quizá Dios me termine convirtiendo en un religioso
medio loco. Así que me da miedo. Me da miedo perder mi libertad. Me da miedo no
poder divertirme más. Me da miedo no sentirme más realizado en la vida. No,
Dios, muchas gracias. Entonces me cierro mentalmente. Algunos le cierran la
mente a Dios sólo por temor.
C) Amargura. Cuando se nos ha lastimado y nos
aferramos a las memorias dolorosas, le cerramos la mente a Dios. Y creo que
todos lo que llegamos a Courage traemos una especial amargura contra Dios a
causa de nuestra atracción al mismo sexo. Comenzamos a decir cosas tales como:
“Dios, ¿por qué permitiste esto? ¿Por qué me está ocurriendo aquello? Si eres
un Dios tan amoroso y poderoso, ¿por qué sucedió tal cosa?” En la vida nos
lastiman y sentimos dolor. Estamos en la tierra, no en el cielo. Dios nos ha
dado libertad de elección, es decir que el ser humano tiene la libertad de
hacer cosas malas en la vida, y la consecuencia de ello es que hay gente
inocente que termina sufriendo. No todo lo que ocurre en este mundo es voluntad
de Dios. Dios nos dio libertad de elección y la consecuencia es que hay gente
que termina lastimada. Es un hecho que te van a lastimar en la vida. Lo que tú hagas
con esas heridas determinará si te convertirás en una persona más amorosa o más
amargada. La vida de amargura es una vida desperdiciada. Amargarse y luego
aferrarse a las heridas sólo prolonga el dolor. Nuestra tendencia es decir: “Ya
que me lastimaron, voy a construir una muralla, voy a levantar una pared a mi
alrededor, voy a encerrarme en mi caparazón, y no voy a permitir que nadie se
me acerque; ni siquiera Dios mismo, ya que Dios permitió que eso ocurriera”.
Comenzamos a culpar a Dios de cosas que los demás nos hicieron. Como
consecuencia, cerramos la mente. A menudo, a aquellos a quienes se ha lastimado
profundamente les resulta difícil abrir la mente y el corazón a Dios, porque se
han guardado muchas cosas adentro y sienten dolor.
No
hay duda de que entre tantas personas como hay aquí, algunas han sido
lastimadas profundamente en el pasado. Probablemente algunas hayan perdido a un
ser querido, quizá recientemente, quizá a un hijo, un hijo joven, y todavía
sienten dolor. Muchos experimentaron abuso sexual cuando niños. Algunos fueron
víctimas de abuso verbal, abuso físico, abuso emocional.
Algunos
de ustedes han experimentado la traición de un amigo cercano y eso todavía
provoca dolor. Algunos aun quizá fueron lastimados por gente que dice ser
católica; o quizá participabas en alguna iglesia y otros que supuestamente son
cristianos no actuaron como tales, no hicieron lo que hubiera hecho Cristo. Te
lastimaron y te decepcionaron en la Iglesia misma. Uno se siente proclive a
decir: “Si eso es el cristianismo, Dios, ¡muchas gracias, pero no quiero saber
nada!”
Le
echamos la culpa a Dios de lo que nos hacen otros. Si te han lastimado
profundamente, quiero decirte dos cosas: la primera es que lamento que estés
dolido. Lo digo con toda sinceridad. Lamento que estés sufriendo. Dios te
acompaña en ese dolor. Llora contigo. Entiende el dolor que has experimentado.
Una vez una mujer dijo en un funeral: “¿Dónde estaba Dios cuando mi hijo
murió?” Y yo pensé: “En el mismo lugar que cuando Su Hijo murió: en la cruz”.
Dios no ha prometido librarnos del dolor. Lamento que estés sufriendo. Dios
sufre contigo.
En
segundo lugar, quiero decirte que cuando sientas dolor y estés lastimado, no
corras, alejándote de Dios. Más bien corre hacia él. Él es quien puede ayudar.
Él es quien puede consolar. Él es quien te puede cuidar. Él es quien puede
cambiar las cosas. Él es quien trae sanidad a tus emociones y a tu cuerpo y a
tu pasado. Ningún otro puede hacer eso. Cuando tu dolor te lleva a escaparte de
Dios, te estás escapando de la única persona que puede curar ese dolor. No lo
hagas. No te alejes de Él. Vuélvete a Él en tus momentos de crisis. Vuélvete a
Él con tu dolor en lugar de guardártelo. Entrégaselo a Él. Nunca permitas que
ningún otro ser humano o ninguna otra experiencia bloquee tu relación con Dios.
Eso es una tontería. Aun si se trata de personas que dicen ser cristianas y te
han lastimado: sí, ellos también te pueden lastimar. Entrega ese dolor a Dios.
No te desconectes de Dios porque alguien te hizo algo. Entrégale el dolor a
Dios. No le cierres el corazón y no cierres la mente. La tragedia es que ese
camino es árido, allí no crece nada, no da ningún fruto. Una vida amarga es una
vida que no sirve para nada: sólo prolonga el dolor. Jesús dice que las aves se
acercan y se comen la semilla. ¡Ese tipo de vida es un desastre!
Más
bien, considera el versículo de Santiago 1,21 “Por lo cual, desechando toda
inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada
[noten la palabra “recibid”], que es poderosa para salvar vuestras almas”.
Permítele a Dios amarte, baja las defensas y abre la mente. El primer paso para
escuchar a Dios hablar es que debo cultivar una mente amplia.
2.
DEBO APARTAR TIEMPO PARA ESCUCHAR.
Debo
hacerme el tiempo para escuchar a Dios. Debo desacelerarme, tomar momentos de
quietud, ponerlo en mi programa diario Planeamos para todo lo demás en la vida:
vacaciones, citas con el dentista, salidas, tareas de escuela, para todo.
¿Pones en tu lista un tiempo para Dios? ¿O le das a Dios sólo las sobras? La
segunda razón por la cual muchos nunca escuchan a Dios es porque andamos
siempre con demasiada prisa. Los jóvenes siempre están de prisa. Vivimos en una
sociedad tan competitiva que estamos siempre corriendo. Una estadística (sí, me
gustan las estadísticas) dice que ahora se están vendiendo más jugos
embotellados que jugos congelados, porque toma mucho tiempo descongelarlos y la
gente no quieren perder el tiempo que lleva esperar que algo se descongele. Aun
la correspondencia que se envía por Federal Express para que llegue al día
siguiente ya no se considera suficientemente rápida. Los fanáticos de la
computación llaman al ciberespacio “correspondencia a paso de tortuga” porque
es tan lenta. Uno se sienta frente al teclado y teclea y envía, y va a donde tú
quieres que vaya en una fracción infinitesimal de segundo. Siempre estamos de
prisa. No hay nada de nuevo en esto.
El
filósofo francés De Tocqueville dijo hace 150 años que la gente siempre esta de
prisa. Cuando vivimos de manera apresurada, Dios lleva las de perder, lo
dejamos para lo último. Le damos las sobras de nuestro tiempo. Sí, queremos que
Dios nos hable, pero lo que en realidad le decimos es: “Dios, llevo prisa, así
que ¡hazlo pronto! ¡Tengo sólo un minuto!” Cuando salgo corriendo por la puerta
rumbo a mi proyecto o trabajo siguiente voy diciendo: “¡Bueno, Dios, háblame,
pero hazlo ya mismo!” El resultado es que no oímos lo que Dios nos quiere
decir. V. 6: “Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se
secaron por falta de humedad”. V. 13 “Los que están sobre las piedras son los
que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen raíz. Éstos
creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba”.
Tal
como el camino endurecido representa la mente cerrada, la tierra no profunda
representa la mente superficial, sin profundidad. Cuando Jesús habla aquí de
terreno pedregoso, no está hablando de un terreno que tiene un montón de rocas.
En gran parte del Medio Oriente y sobre todo en Israel, gran parte de Israel
está construida en una base de piedra caliza con unos 8 a 10 cm. de tierra
encima. Es decir que las plantas pueden crecer hasta unos 5 a 7 cm. y basta.
Así que cuando llega el verano y el calor aprieta, las plantas se marchitan. Se
mueren porque no tienen raíces debido a que hay un lecho de roca sólida por
debajo que no les permite desarrollar raíces profundas.
Jesús
está diciéndonos que esto representa al oyente superficial de la palabra de
Dios. La palabra crece rápidamente y lo entusiasma pero no permanece. Cuando
las cosas se ponen candentes y llegan los problemas, se marchitan y caen.
Nosotros hacemos lo mismo. A veces oímos a Dios y sentimos un tremendo
entusiasmo, y por fuera nos sentimos conmovidos y reaccionamos con mucha
emoción y sentimos un toque. Pero nunca le damos tiempo como para que penetre,
que cale hondo en nuestra mente. Sería imposible contar cuánta gente me ha
dicho: “¡Ese mensaje me tocó tanto! ¡Me hizo llorar!” Pero después de un mes
uno no percibe ningún cambio de vida o de conducta en sus vidas. Siguen
viviendo de la misma manera. Se entusiasmaron con el mensaje pero no hicieron
nada al respecto. En consecuencia son superficiales. No tienen raíces. Cuando
las cosas estén candentes, no resistirán.
¿Por
qué es que no experimentamos cambios? La Fuerza Aérea de EEUU hizo un estudio y
descubrió que olvidamos del 90-95% de todo lo que oímos en un lapso de 72
horas. Si estás buscando una estadística que deprima a los sacerdotes, ¡pues,
ahí la tienes! Los sacerdotes, lideres laicos y predicadores trabajan
arduamente ( o eso esperamos), para producir esa magnífica obra de arte llamada
sermón, para darnos cuenta que para el miércoles ya olvidaste todo lo que se
dijo el domingo en la misa o tras el retiro, salvo quizá el 5%. ¡Yo mismo no
recuerdo qué prediqué la semana pasada! Por eso es que yo uso los bosquejos y guías
del tema cuando predico. Toma apuntes y luego revísalos. Un lápiz corto llega
más lejos que la memoria más larga. Si no tomas apuntes, te olvidas de todo. Si
te lo olvidas, no puedes ponerlo en práctica.
Ese
es un problema que todos tenemos, aun los líderes. Una vez fui a una
conferencia y oí un mensaje. Dios me habló: “Debes mejorar esa área de tu
vida”. Pensé: “Tienes razón. Realmente tengo que mejorar esta área de mi vida”.
Me sentí motivado y con las baterías cargadas. Pero no sé cómo, esos apuntes
que había tomado se extraviaron y esta semana los encontré en otra pila.
Cuando
los tomé, me di cuenta que en dos meses no había hecho nada. Ya me había
olvidado de aquello que me tenía tan entusiasmado y motivado hacía tan poco
tiempo. En una reunión del grupo de Courage en México pregunté: “¿Cuántos de
los que están aquí dicen que creen y están de acuerdo con los Diez
Mandamientos?” Todos levantaron la mano. Luego pregunté: “¿Quiénes quisieran
subir aquí arriba y recitarlos?” Creo que la mayoría de ustedes no podría ni
siquiera mencionarlos a todos. ¿Cómo puede uno decir que su vida está basada en
los Diez Mandamientos cuando ni siquiera los puede mencionar a todos? A menos
que retengamos y repasemos lo que Dios nos dice, nos estamos engañando a
nosotros mismos. ¿Cómo puede ser que la gente venga a la iglesia año tras año y
nunca tenga cambios verdaderos? Porque entra por un oído y sale por el otro.
El
versículo dice que el segundo tipo de personas, versículo 13: “...reciben la
palabra con alegría [noten esto] cuando la oyen, pero no tienen raíz”. En otras
palabras, no la retienen. Está diciendo que uno puede emocionarse sin
transformarse. Necesitamos anotarla en una libreta o en una carpeta con apuntes
de temas; cuando estamos en un estudio bíblico, debemos tomar notas. Luego
debes revisar todo eso en forma habitual para no tener que aprender la
misma lección una y otra vez.
Algunos
dirán: “Hace 25 años que soy católico. . .” No, hace 25 años que eres creyente
pero no tienes 25 años de experiencia. Tienes un año de experiencia, repetido
25 veces. Necesitas aprender constantemente porque no retienes. Debes hacer el
tiempo para permitir que te entre. Debes planificar tiempo cada día para
sentarte con tu Biblia y leerla, meditar en tu vida, quizá repasar algunas de
las lecciones que has aprendido, tomar apuntes, preguntar a tu sacerdote, oír y al ir repasando, seguir creciendo.
Estos
cinco años en Courage, he visto a muchos que comenzaron muy bien. Cuando recién
llegaron, se sentían entusiasmados y emocionados y llenos de gozo. Hoy no se
los ve por ningún lado. Tenían mucho entusiasmo pero eso no es suficiente para
que a uno le vaya bien en la vida cristiana. Se necesita compromiso; el
compromiso que te hace decir: “Voy a hacer un hábito de sentarme a repasar lo
que me enseñan”. ¿Para qué me va a enseñar cosas nuevas Dios, si no he puesto
en práctica lo que me enseñó la semana pasada? o ayer, o anoche.
¿Por
qué es que la gente no echa raíces? Porque no apartan el tiempo. ¿Cómo se echan
raíces? Aparta tiempo para escuchar a Dios. Dile: “Dios, voy a pasar contigo 10
minutos, 15 minutos, 20 minutos por día”. No es cuestión de cantidad de tiempo.
Sólo debes comenzar, y luego cada día pasas tiempo a solas con Dios y le dices:
“Bien, Dios, ¿y ahora qué? ¿Cuál es el próximo paso en mi carrera? ¿Cuál es el
próximo paso en mi proceso de vida de castidad? ¿Cuál es el próximo paso en mi
familia?” Dios no te puede hablar a menos que te desaceleres. Debes cultivar
una mente abierta y apartar tiempo para escuchar.
3.
DEBO ELIMINAR LAS DISTRACCIONES.
Muchas
veces no podemos oír a Dios porque nuestras mentes están llenas de otros
pensamientos. Tenemos las mentes llenas de otros asuntos del diario vivir,
preocupaciones, planes, metas, ambiciones, cuentas, todos estos distintos tipos
de cosas. Cuando nuestra mente está ocupada y siempre pensando y nunca dándole
a Dios la oportunidad de que nos hable en quietud, Dios no puede comunicarse.
Te
ha pasado que marcas un teléfono una y otra vez y solo escuchas “Disculpe, pero todos las líneas están
ocupadas”. Muchas veces Dios ha querido hablarte pero la línea está ocupada.
Muchas veces Dios ha querido hablarle a tu vida pero el teléfono estaba
descolgado, y a Dios no se lo pone en espera. Debes hacer tiempo. Cuando estás
demasiado ocupado (y hay muchas cosas que son buenas pero que te pueden
distraer, sí, incluso cosas de la iglesia te pueden mantener ocupado para no
escuchar a Dios), estás demasiado ocupado para escuchar a Dios.
En
el V. 7 Jesús dice: “Otra parte cayó en medio de los espinos [malezas] y los
espinos, al crecer con ella, la
ahogaron.” V. 14: “La parte que cayó entre espinos son los que oyen, pero, con
el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los
placeres de esta vida, y no maduran”. El
tercer tipo de terreno donde el labrador arroja semillas, el terreno con
malezas, representa la mente preocupada. Estamos abstraídos. La semilla germina
y crece pero se ve ahogada por las malezas, antes de que pueda dar fruto.
¿A
qué se debe que tanta gente viva una vida improductiva? A veces hablo con gente
de 30, 40, 50, y aun 60 años, que dice: “No sé qué es lo que debo hacer con mi
vida”. Eso me indica algo:
Que
no estás pasando demasiado tiempo con Dios. El propósito de Dios no fue que
anduvieras por ahí malgastando tu vida.
Si pasaras tanto tiempo hablándole a Dios sobre tu vida, como lo haces
preocupándote por la misma, tendrías mucho menos cosas por las que preocuparte.
Dios no está jugando jueguitos contigo. Él tiene un plan y un propósito para
cada vida, pero no vas a saber cuáles son si te pasas el tiempo mirando novelas
o escuchando radio. Debes pasar tiempo con Dios. Nos distraemos y permitimos
que todo y todos empujen y alejen a Dios de nuestras vidas. Antes yo tenía un
letrero en mi oficina que decía: “Cuidado, la vida atareada puede ser una vida
árida”. Nunca se te ocurra confundir actividad con productividad. Algunos de
ustedes están siempre ocupados, pero lo que en realidad hacen es estar dando
vueltas. No saben concentrarse, no tienen una meta, una razón de ser, un
propósito general. No han descubierto para qué los puso Dios aquí. ¿Por qué?
Porque no están hablándole ni permitiendo que Él les hable a ustedes. Deben deshacerse de las
distracciones.
Jesús
dice que las distracciones son como la maleza. Nos da tres ejemplos. Primero,
que las preocupaciones pueden distraerte e impedirte que oigas a Dios hablar.
Uno no puede orar y preocuparse al mismo tiempo. Las preocupaciones son los
problemas y presiones del diario vivir. La palabra, en griego, significa
“sentirse tironeado”. Estar tironeado en distintas direcciones. ¿Alguna vez sentiste
eso? Tironeado en distintas direcciones. Esa es la definición bíblica de
“preocupación”. Cuando estás preocupado no puedes oír lo que Dios te quiere
decir. Estás preocupado, distraído. Las riquezas pueden ser una maleza en tu
vida. Podemos estar tan ocupados en ganar dinero que no tenemos tiempo para
Dios. Tan ocupados en ganarnos la vida, que en realidad no vivimos. No gozamos
de la vida como debemos. Nos levantamos a la mañana y vamos a trabajar.
Trabajamos mucho para pagar las cuentas, y para llegar a tener lo que tienen
nuestros vecinos y mantener ese nivel, y luego nos caemos en la cama a la
noche, nos levantamos a la mañana siguiente y hacemos lo mismo. Dios se queda
afuera. Dios recibe las sobras de tu vida. En tu afán por ganar mucho dinero te
puedes olvidar de Dios.
Otra
maleza pueden ser los placeres. Los placeres no tienen nada de malo. ¿Quién
crees que te dio la capacidad de disfrutar del placer? Dios. Dios ideó la
diversión que hay en la vida. Dios te dio los sentidos, y la capacidad, y el
sentido del tacto para que disfrutaras del placer. Dios desea que disfrutes de
los placeres. Pero dice que puedes estar tan ocupado divirtiéndote que te
olvidas de Él. Cuando la recreación remplaza el culto a Dios… “¡Estamos en
verano! Creo que no voy a ir a la iglesia este fin de semana. No voy a ir al
estudio bíblico… Estamos en vacaciones así que no me voy a tomar momentos de
quietud”. ¿De quién te estás tomando vacaciones? ¿De Dios? Puedes estar muy
ocupado divirtiéndote (y Dios quiere que te diviertas) pero cuando eso se hace
lo más importante en tu vida, adivina quién queda de lado.
Hay
muchos distintos tipos de maleza. Puedes hacer tu propia lista de cosas que
tienden a dejar a Dios afuera. Puede ser una relación, una responsabilidad… cualquier
cosa. La maleza es todo aquello que me distrae e impide que haga tiempo para
estar con Dios, que tome asiento para estar en silencio y orar y decir: “Dios,
¿hay algo que me quieras decir hoy?” Algunos días te dirá algo, otros no. Pero
debes tener la línea libre para que así pueda hablarte.
Una
pregunta muy teológica: ¿Cuánto esfuerzo se necesita para que crezca la maleza?
Ninguno. La diferencia entre la planta y
la maleza es que a la planta se la cultiva, se la fertiliza, se la poda, se la
riega, y no crece. A la maleza uno no le hace nada y hace toda una explosión.
Esa es la diferencia. No se necesita regar la maleza. ¡Crece y ya está! La
maleza es señal de descuido. Cuando descuido mi tiempo a diario con Dios,
cuando dejo de asistir a mi grupo de Courage, cuando no voy a los momentos de
adoración a Dios que paso junto a otros miembros de la comunidad, no voy a los
retiros, cualquiera de esas cosas, comenzarán a crecer malezas en mi vida y la
Biblia dice que van a ahogar mi vida espiritual. Voy a perder el gozo, la paz,
el propósito, mi tranquilidad, mi capacidad de manejar el estrés, etc. La
maleza sofocará tu vida, y va a aparecer simplemente por descuidar tu tiempo
con Dios.
4.
DEBO COOPERAR CON LO QUE ÉL DICE.
Dios
le habla al que por anticipado decide que va a hacer lo que Él le pida, y
cuando Él se lo pida. La mayoría de nosotros queremos que Dios nos hable y
luego decidiremos si vamos a obedecer o no, y Dios entonces dice: “No, no. Esto
no es un juego”. Dios le habla al que va a hacer lo que Él le pide, una vez que
se lo pida.
Conozco
una parroquia cuyo ministerio de música cantó una canción que decía: “¡Sí,
Señor, sí!”. En realidad eso era todo lo que decía la canción. Cuando la
terminaron, el predicador se dio vuelta y dijo: “Muy bien, Dios. Ya escuchaste
cuál es nuestra disposición. Ahora, dinos qué debemos hacer”. Eso es lo que
Dios desea que hagas. Si quieres que Dios te hable, debes decirle: “Muy bien,
Dios, voy a hacer lo que me digas que haga ya sea que lo entienda o no, aunque
tenga sentido o no, aunque crea que me gusta o no, porque sé que es lo
apropiado, y sé que Tú sabes mejor que yo qué es lo que me haría feliz”. Es
cuestión de confianza.
El
cuarto terreno representa el corazón dispuesto; dispuesto a hacer lo que Dios
te pide que hagas, aun antes de que Él te lo pida. V. 15: “...la parte que cayó
en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la
retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha”. Subrayen la palabra
“retienen”. No solamente oyen la palabra de Dios pero la retienen. Toman sus
apuntes, la escuchan, meditan en ella, y la repasan. El resultado de ello es
una vida productiva.
¿Quieres
que tu vida valga de algo? ¿Te gustaría tener una vida productiva, en la que te
sientes realizado, una vida de satisfacción? Entonces haz lo que dice Santiago
1, 22: “No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan
ustedes mismos”. Te estás engañando si crees que vas a crecer sólo con venir a
la iglesia. “Llévala a la práctica”.
Si
yo pudiera conectar una máquina a tu cerebro en este momento y mostrar los
resultados en una de estas pantallas visuales, algunos sentirían vergüenza.
Para algunos la pantalla quedaría en blanco o qué tipo de imágenes proyectaría.
¿Qué mostraría tu cerebro espiritual en la pantalla? ¿Tendrías la mente
cerrada? ¿Tendrás una mente superficial, que se entusiasma en el servicio de
adoración y luego al salirte olvidas de todo? ¿Tendrías una mente distraída,
que desea hacer lo correcto pero estás muy ocupado en este momento para ello?
¿O tendrías la mente dispuesta?
Quiero
terminar con una pregunta: ¿Qué vas a hacer después de este mensaje? La Biblia
dice: “No se contenten sólo con escuchar la palabra...llévenla a la práctica”.
Haz algo.