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martes, 2 de octubre de 2012


LA IGLESIA CATÓLICA Y LA HOMOSEXUALIDAD
Parte primordial de nuestra responsabilidad en esta batalla es orar por las personas homosexuales

La Iglesia Católica y la homosexualidad

La Iglesia Católica, reflexionando a la luz de la Palabra de Dios y de la recta razón bajo la guía del Espíritu Santo, siempre ha enseñado que el acto homosexual es un pecado objetivamente grave. La Congregación para la Doctrina de la Fe declaró en 1975: "Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En las Sagradas Escrituras están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios".

La Iglesia, sin embargo, distingue entre la maldad objetiva de la actividad homosexual y la responsabilidad subjetiva de quien la realiza. En esa misma declaración del 75 se nos enseña que: "Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen de esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso". Esto no quiere decir que las personas que practican estos actos siempre sean subjetivamente excusables, sino que a veces la ignorancia, el abuso de otras personas, las influencias ambientales muy fuertes, etc., pueden conducirlas a realizar actos no totalmente libres. Sin embargo, tales actos son gravemente malos en sí mismos, pues ofenden a Dios y van en contra del bien auténtico de la persona humana.

La Iglesia también distingue entre la inclinación homosexual (u homosexualidad) y la actividad homosexual (u homosexualismo), enseñando que la primera no es pecado en sí misma, aunque inclina a actos que sí lo son. Comentando sobre su declaración del 75, la Congregación, en 1986, en una carta a los obispos sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, expresó lo siguiente: "...la Congregación tenía en cuenta la distinción comúnmente hecha entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales...Sin embargo, en la discusión que siguió a la publicación de la Declaración, se propusieron unas interpretaciones excesivamente benévolas de la condición homosexual misma, hasta el punto de que alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada".

La Iglesia, siguiendo el ejemplo y la enseñanza del mismo Cristo, hace una tercera distinción: la de condenar al pecado, pero tratar con misericordia al pecador. Por eso la Declaración del 75 expresó: "Indudablemente, estas personas homosexuales, deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social. También su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia". Sin embargo, dicha atención pastoral no debe degenerar en una aceptación de la actividad homosexual como algo no reprobable. Por eso la carta del 86 puntualizó: "Quienes se encuentran en esta condición deben, por tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable".

En su atención pastoral a las personas homosexuales, la Iglesia les ofrece ayuda y esperanza de curación. El Padre John Harvey, con más de 30 años de ministerio pastoral hacia estas personas, señala que la conversión heterosexual o al menos una vida feliz en castidad es posible para los homosexuales y las lesbianas. Inclusive las Paulinas de EE.UU. publicaron su folleto titulado Un plan espiritual para reorientar la vida de un homosexual. El Padre Harvey dirige una organización llamada Courage ("Coraje"), precisamente para ayudar a estas personas a vivir con alegría la enseñanza de Dios y de la Iglesia. El Dr. Joseph Nicolosi, quién es psicólogo, también ofrece asistencia terapéutica para estas personas. Él le llama a su programa "terapia reparativa" y ha escrito un libro sobre la materia.

Coherente con esta actitud de condenación de la actividad homosexual, pero de amor y comprensión hacia las personas homosexuales, la enseñanza de la Iglesia también condena todo tipo de violencia o agresión hacia estas personas: "Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los Pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen".

El 23 de julio de 1992, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una serie de consideraciones sobre proposiciones de ley en algunos estados de los EE.UU. y en otros países, que harían ilegal la discriminación en base a la "orientación sexual". Es decir, que les concederían a los homosexuales ciertos "derechos", como el de contratos de alquiler de viviendas a parejas homosexuales, el adoptar niños, el ser contratado como maestro en escuelas para cualquier edad, etc. Sobre este punto la Iglesia enseña que: "Las personas homosexuales, como seres humanos, tienen los mismos derechos de toda persona, incluyendo el no ser tratados de una manera que ofenda su dignidad personal. Entre otros derechos, toda persona tiene el derecho al trabajo, a la vivienda, etc. Pero estos derechos no son absolutos; pueden ser limitados legítimamente ante desórdenes externos de conducta...Existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en cuenta la inclinación sexual, por ejemplo en la adopción o el cuidado de niños, en empleos como el de maestros o entrenadores de deportes y en el reclutamiento militar...`La orientación sexual´ no constituye una cualidad comparable a la raza, el grupo étnico, etc., con respecto a la no discriminación. A diferencia de éstas, la orientación homosexual es un desorden objetivo".

Estas consideraciones son muy importantes, pues como señala el mismo documento de la Congregación: "El incluir ‘la orientación homosexual´ entre las consideraciones sobre cuya base está el que es ilegal discriminar, puede fácilmente llevar a considerar la homosexualidad como una fuente positiva de derechos humanos...Esto agrava el error ya que no existe el derecho a la homosexualidad... Incluso existe el peligro de que una ley que haga de la homosexualidad un fundamento de ciertos derechos, incline a una persona con orientación homosexual a declarar su homosexualidad o aún a buscar un compañero para aprovecharse de lo permitido por la ley".

En conclusión, el mismo documento de la Congregación también enseña que ante proyectos de leyes que, sutil o no tan sutilmente, intentan legalizar el homosexualismo, la Iglesia Católica no debe permanecer neutral, aun cuando dichos proyectos no le afectan directamente. "Finalmente, y porque está implicado en esto el bien común, no es apropiado para las autoridades eclesiásticas apoyar o permanecer neutral ante legislaciones adversas, incluso si éstas conceden excepciones a las organizaciones o instituciones de la Iglesia. La Iglesia tiene la responsabilidad de promover la moralidad pública de toda sociedad civil sobre la base de los valores morales fundamentales, y no simplemente de protegerse a sí misma de la aplicación de leyes perjudiciales".

Parte primordial de nuestra responsabilidad en esta batalla es orar por las personas homosexuales. En realidad nuestra batalla no es contra ellas, sino contra las fuerzas del mal del "Príncipe de las Tinieblas", quien busca destruirnos (Efesios 6:10-13). La batalla es contra el pecado y la ideología que estos grupos promueven. Se trata de una lucha espiritual que requiere mucha oración y sacrificio, sobre todo la Eucaristía, la adoración al Santísimo y el rezo del Santo Rosario para los católicos. Todos los cristianos debemos unirnos en oración por la conversión y salvación de los homosexuales y de nuestra nación y actuar para impedir que este mal continúe extendiéndose. "Si mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla, orando y buscando mi rostro, y se vuelve de sus malos caminos, yo le oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra" (2 Crónicas 7:14).

miércoles, 23 de mayo de 2012


"PARA QUE HAGAMOS CONCIENCIA DE NUESTRA VIDA"

COMO ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS
Una de las afirmaciones más básicas del cristianismo es que Dios habla al ser humano. A través de toda la Biblia se ve la frase: “Y dijo Dios. . . ” No nos toma demasiado tiempo darnos cuenta de que ciertamente Dios habla al ser humano. Dios desea relacionarse contigo. Desea relacionarse en forma personal contigo. No hay relación sin comunicación. Dios ha elegido hablarnos.

Dios a lo largo de toda la vida de la Iglesia habla con su pueblo, con los santos, con los más humildes.

La cuestión es que a menudo hay problemas en la comunicación. Cuando alguien me habla, a  menudo yo a) No la oigo, y b) La malinterpreto. ¡No me cabe duda de que soy el único hombre al que le pasa eso!

En los grupos con los que he trabajado siempre veo algo, y es que lo hombres tienen problemas de comunicación con las mujeres y viceversa, hay un par de cosas que necesitamos comprender sobre las mujeres… ¡y nadie sabe qué cosas son! Si tengo tanta dificultad con mi esposa, con quien paso la vida entera y a quien amo y conozco, y aun así no siempre nos comunicamos con claridad, ¿no es lógico que tengas problemas de comunicación con Dios? ¡Y los tenemos!

Para ser honesto, desconfío mucho de la gente que siempre tiene una palabra clara de parte de Dios. Muchos de los que afirman que Dios les habló han cometido una cantidad enorme de errores. Siento mucha desconfianza cuando alguien se me acerca y  me dice: “Dios me dijo tal cosa…” Siempre tienen una palabra clara. Algunos creen que los sacerdotes o líderes siempre entendemos con exactitud qué es lo que Dios quiere que hagamos. Eso no es verdad. A menudo tengo tanta confusión como cualquier otra persona en cuanto a lo que Dios está diciendo, o lo que quiere decir.

A veces siento que algunos creen que tengo un pequeño teléfono que uso como línea directa con Dios; creen que Dios me dice qué es lo que debo decirles a ustedes y que esa es mi forma de hablar con Dios. Dios no me envía correos electrónicos; no me envía telegramas. Tampoco Dios me envía un fax. A veces siento tanta confusión como ustedes en cuanto a este tema de oír a Dios.

Por otro lado, hay veces en la vida en las que, cuando Dios habla, no me cabe absolutamente ninguna duda de que es Él quien me está hablando. Tal como cuando me llama mi madre por teléfono: no tengo que preguntar quién habla; le conozco la voz. Hay veces que Dios me habla y yo sé exactamente quién es, quién me está metiendo esa idea en la mente. Sé de dónde proviene eso que se está grabando en mi mente.

¿Qué es lo que produce la diferencia? La diferencia está en nuestra actitud. No hay nada más importante para ti que entender que Dios desea hablarte y que efectivamente puedes oírlo con sólo sintonizarlo. Una vez dijo Jesús, en Lucas 8,8: “El que tiene oídos para oír, ¡que oiga!” Abre tus oídos. Debes estar sintonizado para poder oír a Dios hablar.

Algunos teléfonos inalámbricos tienen diferentes canales. Si tomamos uno y no se escucha muy claro, hay mucha estática y ruidos, cambiamos y cambiamos de canal hasta llegar al acertado y ahí de repente, se escucha más claro que el agua. Muchas veces Dios te ha hablado pero no escuchaste con claridad porque no estabas en el canal debido. En este momento hay muchas ondas de radio en esta sala pero tú no las oyes porque no estás sintonizado. Inclusive están pasando por tu cuerpo. Hay ondas de televisión que están cruzando el aire en este instante; ni siquiera las ves. Si tuvieras un receptor y sintonizaras bien, podrías ver la imagen. En este momento Dios les está hablando a muchos aquí; tú no lo ves, pero es así; es que tu recepción está borrosa.

Quiero aclararles que todo esto es cuestión de actitud mental. Hay cuatro tipos de actitudes, de las cuales dependerá que recibas, o no, el mensaje de Dios con claridad. Esto es algo muy importante. Obviamente, si puedes sintonizar a Dios, Él te guiará y te hará ahorrar mucho tiempo, y evitar que cometas errores; te dará consuelo cuando lo necesites, te guiará, y mucho más.

Jesús contó la historia que se encuentra en Lucas 8, donde dice: Les voy a relatar una historia.

Había un sembrador que salió a sembrar semillas, y al hacerlo, la semilla cayó en distintos tipos de terreno. En la antigüedad, en el Medio Oriente no se plantaba una semilla en un agujero que luego se cubriría con tierra. Se hacía lo que se llamaba sembrado al voleo, es decir por diseminación. El sembrador tenía una bolsita llena de semillas colgando a su costado y, mientras caminaba por el campo, el cual él ya había labrado, las arrojaba, desparramándolas. Lógico, algunas de las semillas caían en buena tierra y otras no. Dice Jesús que estos cuatro tipos de tierra representan cuatro actitudes. No se trata de cuatro tipos diferentes de personas, sino que en realidad todos nosotros hemos tenido estos cuatro tipos distintos de actitud. De cuando en cuando las modificamos. A veces estamos muy abiertos a Dios y a lo que Él nos quiere decir. Otras veces estamos muy cerrados.

1. DEBO CULTIVAR UNA MENTE ABIERTA.

Debo esperar ansiosamente que Dios me hable, debo estar a la espera de oírlo. Debo estar listo y dispuesto a escuchar a Dios. Algunos de los que leen este artículo no creen en Dios o no forman parte de Courage. Están en la búsqueda. Tienen a Jesús “en observación”. Bienvenidos, estamos contentos que estén aquí. Otros son nuevos miembros de Courage. Otros hace muchos años que formamos parte de esta comunidad y creemos en Jesús pero si yo les preguntara si alguna vez oyeron a Dios hablarles, muchos dirían: “No recuerdo ni una vez en la vida en que Dios me haya hablado”. No me refiero a una voz audible, sino a un pensamiento o idea que te vino y que supieras que eso sí venía de Dios.

Muchos escritos de vidas de Santos, cuando se refieren a que Dios les hablaba, no se refieren a la voz audible de Dios, sino a que ellos tenían una mente abierta para sintonizar el canal de Dios. Si nunca has estado en este canal lee detenidamente.

¿A qué se debe esto?

Una de las razones podría ser que nunca hayas estado abierto a esa posibilidad. Quizá ni siquiera sabías que era posible que Dios deseara hablarte directamente. Quizás como yo, habías cometido el error de que Dios hablaba solo audiblemente y solo a unos pocos elegidos, no hay nada mas falso que esto. Pensabas que quizá Dios no quería hablarte, y quizá ni siquiera crees en eso. Cuando te cierras mentalmente, es obvio que Dios no puede comunicarse. Este es el primer tipo de terreno. V. 5: “...una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron… [V. 12] Los que están junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y les quita la palabra de  su corazón, no sea que crean y se salven”.

En cada granja, en cada campo, había un sendero por el que caminaba el labrador. Al caminar, sembraba la semilla en la tierra que estaba preparada. Los senderos tienen dos características: Una es que se endurecen por causa de la gente que constantemente camina encima. El suelo se compacta y no es fértil y preparado como el campo. Es duro. La otra característica es que el sendero es angosto. ¿Conoces a alguien que sea así? Gente cerrada y estrecha de mente, con el corazón endurecido. Ni siquiera están abiertos a la posibilidad de que Dios les pueda hablar. Por consiguiente Jesús dice que el labrador siembra semilla pero ésta no penetra a causa de lo duro y compacto del terreno. No echa raíces, no crece, se queda en la superficie del terreno y las aves vienen y se la comen. Ni siquiera tiene la oportunidad de crecer. Lo mismo ocurre muchas veces con nosotros. Dios quiere hablarnos pero ni siquiera tiene la oportunidad de hacerlo debido a nuestra mente cerrada, a nuestro corazón endurecido, porque ya hemos tomado una postura, no estamos dispuestos a escuchar, ya hemos decidido qué es lo que vamos a hacer, así que no queremos oír a Dios. Hemos resuelto qué es lo que haremos en esta situación.

¿Qué es lo que nos hace tener la mente cerrada?

A) Orgullo. El orgullo nos hace tener la mente cerrada. Cuando me digo a mí mismo: “Yo no necesito a Dios. No necesito oírlo. Puedo arreglármelas por mi propia cuenta en esta decisión comercial. . . no necesito a Dios. Yo sé lo que tengo que decirle a mis hijos . . . no necesito a Dios. Yo sé cómo manejar las cosas cuando salga con esa mujer (o con ese hombre) . . . no necesito a Dios. Me puedo sacar una buena nota en el examen sin necesidad de orar”. Cada vez que optas por no orar con respecto a algo, estás en efecto diciendo: “No necesito a Dios en este asunto. Me las puedo arreglar por mi cuenta. Puedo resolverlo solo. Puedo darle solución yo solo. Puedo arreglármelas con este lío. Puedo corregir este error. Puedo resolver ese conflicto. No necesito a Dios”. Eso es orgullo. Cuando estoy lleno de orgullo, le cierro la mente a Dios y Él no puede venir a decirme nada porque yo ya lo resolví todo. Así que no oro.

B) Temor. A veces tenemos temor de lo que Dios pueda decirnos. ¿Qué pasa si oro o le abro la mente a Dios y me pide que haga algo que no quiero hacer? Quizá me pida algo difícil. Quizá me pida que haga algo que le desagrade a la gente. Quizá me pida que haga algo que yo creo que no puedo hacer o que no deseo hacer. Así que me da miedo. Si permito que Dios me hable, podría convertirme en un fanático. Me voy a convertir en uno de esos tipos raros que predican y me voy a tener que hacer un peinado de esos extravagantes, o solo voy a tener que escuchar música religiosa, y voy a andar diciendo cosas raras, espantando demonios por el mundo, etc. Quizá Dios me termine convirtiendo en un religioso medio loco. Así que me da miedo. Me da miedo perder mi libertad. Me da miedo no poder divertirme más. Me da miedo no sentirme más realizado en la vida. No, Dios, muchas gracias. Entonces me cierro mentalmente. Algunos le cierran la mente a Dios sólo por temor.

 C) Amargura. Cuando se nos ha lastimado y nos aferramos a las memorias dolorosas, le cerramos la mente a Dios. Y creo que todos lo que llegamos a Courage traemos una especial amargura contra Dios a causa de nuestra atracción al mismo sexo. Comenzamos a decir cosas tales como: “Dios, ¿por qué permitiste esto? ¿Por qué me está ocurriendo aquello? Si eres un Dios tan amoroso y poderoso, ¿por qué sucedió tal cosa?” En la vida nos lastiman y sentimos dolor. Estamos en la tierra, no en el cielo. Dios nos ha dado libertad de elección, es decir que el ser humano tiene la libertad de hacer cosas malas en la vida, y la consecuencia de ello es que hay gente inocente que termina sufriendo. No todo lo que ocurre en este mundo es voluntad de Dios. Dios nos dio libertad de elección y la consecuencia es que hay gente que termina lastimada. Es un hecho que te van a lastimar en la vida. Lo que tú hagas con esas heridas determinará si te convertirás en una persona más amorosa o más amargada. La vida de amargura es una vida desperdiciada. Amargarse y luego aferrarse a las heridas sólo prolonga el dolor. Nuestra tendencia es decir: “Ya que me lastimaron, voy a construir una muralla, voy a levantar una pared a mi alrededor, voy a encerrarme en mi caparazón, y no voy a permitir que nadie se me acerque; ni siquiera Dios mismo, ya que Dios permitió que eso ocurriera”. Comenzamos a culpar a Dios de cosas que los demás nos hicieron. Como consecuencia, cerramos la mente. A menudo, a aquellos a quienes se ha lastimado profundamente les resulta difícil abrir la mente y el corazón a Dios, porque se han guardado muchas cosas adentro y sienten dolor.

No hay duda de que entre tantas personas como hay aquí, algunas han sido lastimadas profundamente en el pasado. Probablemente algunas hayan perdido a un ser querido, quizá recientemente, quizá a un hijo, un hijo joven, y todavía sienten dolor. Muchos experimentaron abuso sexual cuando niños. Algunos fueron víctimas de abuso verbal, abuso físico, abuso emocional.

Algunos de ustedes han experimentado la traición de un amigo cercano y eso todavía provoca dolor. Algunos aun quizá fueron lastimados por gente que dice ser católica; o quizá participabas en alguna iglesia y otros que supuestamente son cristianos no actuaron como tales, no hicieron lo que hubiera hecho Cristo. Te lastimaron y te decepcionaron en la Iglesia misma. Uno se siente proclive a decir: “Si eso es el cristianismo, Dios, ¡muchas gracias, pero no quiero saber nada!”

Le echamos la culpa a Dios de lo que nos hacen otros. Si te han lastimado profundamente, quiero decirte dos cosas: la primera es que lamento que estés dolido. Lo digo con toda sinceridad. Lamento que estés sufriendo. Dios te acompaña en ese dolor. Llora contigo. Entiende el dolor que has experimentado. Una vez una mujer dijo en un funeral: “¿Dónde estaba Dios cuando mi hijo murió?” Y yo pensé: “En el mismo lugar que cuando Su Hijo murió: en la cruz”. Dios no ha prometido librarnos del dolor. Lamento que estés sufriendo. Dios sufre contigo.

En segundo lugar, quiero decirte que cuando sientas dolor y estés lastimado, no corras, alejándote de Dios. Más bien corre hacia él. Él es quien puede ayudar. Él es quien puede consolar. Él es quien te puede cuidar. Él es quien puede cambiar las cosas. Él es quien trae sanidad a tus emociones y a tu cuerpo y a tu pasado. Ningún otro puede hacer eso. Cuando tu dolor te lleva a escaparte de Dios, te estás escapando de la única persona que puede curar ese dolor. No lo hagas. No te alejes de Él. Vuélvete a Él en tus momentos de crisis. Vuélvete a Él con tu dolor en lugar de guardártelo. Entrégaselo a Él. Nunca permitas que ningún otro ser humano o ninguna otra experiencia bloquee tu relación con Dios. Eso es una tontería. Aun si se trata de personas que dicen ser cristianas y te han lastimado: sí, ellos también te pueden lastimar. Entrega ese dolor a Dios. No te desconectes de Dios porque alguien te hizo algo. Entrégale el dolor a Dios. No le cierres el corazón y no cierres la mente. La tragedia es que ese camino es árido, allí no crece nada, no da ningún fruto. Una vida amarga es una vida que no sirve para nada: sólo prolonga el dolor. Jesús dice que las aves se acercan y se comen la semilla. ¡Ese tipo de vida es un desastre!

Más bien, considera el versículo de Santiago 1,21 “Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada [noten la palabra “recibid”], que es poderosa para salvar vuestras almas”. Permítele a Dios amarte, baja las defensas y abre la mente. El primer paso para escuchar a Dios hablar es que debo cultivar una mente amplia.

2. DEBO APARTAR TIEMPO PARA ESCUCHAR.

Debo hacerme el tiempo para escuchar a Dios. Debo desacelerarme, tomar momentos de quietud, ponerlo en mi programa diario Planeamos para todo lo demás en la vida: vacaciones, citas con el dentista, salidas, tareas de escuela, para todo. ¿Pones en tu lista un tiempo para Dios? ¿O le das a Dios sólo las sobras? La segunda razón por la cual muchos nunca escuchan a Dios es porque andamos siempre con demasiada prisa. Los jóvenes siempre están de prisa. Vivimos en una sociedad tan competitiva que estamos siempre corriendo. Una estadística (sí, me gustan las estadísticas) dice que ahora se están vendiendo más jugos embotellados que jugos congelados, porque toma mucho tiempo descongelarlos y la gente no quieren perder el tiempo que lleva esperar que algo se descongele. Aun la correspondencia que se envía por Federal Express para que llegue al día siguiente ya no se considera suficientemente rápida. Los fanáticos de la computación llaman al ciberespacio “correspondencia a paso de tortuga” porque es tan lenta. Uno se sienta frente al teclado y teclea y envía, y va a donde tú quieres que vaya en una fracción infinitesimal de segundo. Siempre estamos de prisa. No hay nada de nuevo en esto.

El filósofo francés De Tocqueville dijo hace 150 años que la gente siempre esta de prisa. Cuando vivimos de manera apresurada, Dios lleva las de perder, lo dejamos para lo último. Le damos las sobras de nuestro tiempo. Sí, queremos que Dios nos hable, pero lo que en realidad le decimos es: “Dios, llevo prisa, así que ¡hazlo pronto! ¡Tengo sólo un minuto!” Cuando salgo corriendo por la puerta rumbo a mi proyecto o trabajo siguiente voy diciendo: “¡Bueno, Dios, háblame, pero hazlo ya mismo!” El resultado es que no oímos lo que Dios nos quiere decir. V. 6: “Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se secaron por falta de humedad”. V. 13 “Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría cuando la oyen, pero no tienen raíz. Éstos creen por algún tiempo, pero se apartan cuando llega la prueba”.

Tal como el camino endurecido representa la mente cerrada, la tierra no profunda representa la mente superficial, sin profundidad. Cuando Jesús habla aquí de terreno pedregoso, no está hablando de un terreno que tiene un montón de rocas. En gran parte del Medio Oriente y sobre todo en Israel, gran parte de Israel está construida en una base de piedra caliza con unos 8 a 10 cm. de tierra encima. Es decir que las plantas pueden crecer hasta unos 5 a 7 cm. y basta. Así que cuando llega el verano y el calor aprieta, las plantas se marchitan. Se mueren porque no tienen raíces debido a que hay un lecho de roca sólida por debajo que no les permite desarrollar raíces profundas.

Jesús está diciéndonos que esto representa al oyente superficial de la palabra de Dios. La palabra crece rápidamente y lo entusiasma pero no permanece. Cuando las cosas se ponen candentes y llegan los problemas, se marchitan y caen. Nosotros hacemos lo mismo. A veces oímos a Dios y sentimos un tremendo entusiasmo, y por fuera nos sentimos conmovidos y reaccionamos con mucha emoción y sentimos un toque. Pero nunca le damos tiempo como para que penetre, que cale hondo en nuestra mente. Sería imposible contar cuánta gente me ha dicho: “¡Ese mensaje me tocó tanto! ¡Me hizo llorar!” Pero después de un mes uno no percibe ningún cambio de vida o de conducta en sus vidas. Siguen viviendo de la misma manera. Se entusiasmaron con el mensaje pero no hicieron nada al respecto. En consecuencia son superficiales. No tienen raíces. Cuando las cosas estén candentes, no resistirán.

¿Por qué es que no experimentamos cambios? La Fuerza Aérea de EEUU hizo un estudio y descubrió que olvidamos del 90-95% de todo lo que oímos en un lapso de 72 horas. Si estás buscando una estadística que deprima a los sacerdotes, ¡pues, ahí la tienes! Los sacerdotes, lideres laicos y predicadores trabajan arduamente ( o eso esperamos), para producir esa magnífica obra de arte llamada sermón, para darnos cuenta que para el miércoles ya olvidaste todo lo que se dijo el domingo en la misa o tras el retiro, salvo quizá el 5%. ¡Yo mismo no recuerdo qué prediqué la semana pasada! Por eso es que yo uso los bosquejos y guías del tema cuando predico. Toma apuntes y luego revísalos. Un lápiz corto llega más lejos que la memoria más larga. Si no tomas apuntes, te olvidas de todo. Si te lo olvidas, no puedes ponerlo en práctica.

Ese es un problema que todos tenemos, aun los líderes. Una vez fui a una conferencia y oí un mensaje. Dios me habló: “Debes mejorar esa área de tu vida”. Pensé: “Tienes razón. Realmente tengo que mejorar esta área de mi vida”. Me sentí motivado y con las baterías cargadas. Pero no sé cómo, esos apuntes que había tomado se extraviaron y esta semana los encontré en otra pila.

Cuando los tomé, me di cuenta que en dos meses no había hecho nada. Ya me había olvidado de aquello que me tenía tan entusiasmado y motivado hacía tan poco tiempo. En una reunión del grupo de Courage en México pregunté: “¿Cuántos de los que están aquí dicen que creen y están de acuerdo con los Diez Mandamientos?” Todos levantaron la mano. Luego pregunté: “¿Quiénes quisieran subir aquí arriba y recitarlos?” Creo que la mayoría de ustedes no podría ni siquiera mencionarlos a todos. ¿Cómo puede uno decir que su vida está basada en los Diez Mandamientos cuando ni siquiera los puede mencionar a todos? A menos que retengamos y repasemos lo que Dios nos dice, nos estamos engañando a nosotros mismos. ¿Cómo puede ser que la gente venga a la iglesia año tras año y nunca tenga cambios verdaderos? Porque entra por un oído y sale por el otro.

El versículo dice que el segundo tipo de personas, versículo 13: “...reciben la palabra con alegría [noten esto] cuando la oyen, pero no tienen raíz”. En otras palabras, no la retienen. Está diciendo que uno puede emocionarse sin transformarse. Necesitamos anotarla en una libreta o en una carpeta con apuntes de temas; cuando estamos en un estudio bíblico, debemos tomar notas. Luego debes revisar todo eso en forma habitual para no tener que aprender la misma  lección una y otra vez.

Algunos dirán: “Hace 25 años que soy católico. . .” No, hace 25 años que eres creyente pero no tienes 25 años de experiencia. Tienes un año de experiencia, repetido 25 veces. Necesitas aprender constantemente porque no retienes. Debes hacer el tiempo para permitir que te entre. Debes planificar tiempo cada día para sentarte con tu Biblia y leerla, meditar en tu vida, quizá repasar algunas de las lecciones que has aprendido, tomar apuntes, preguntar a tu sacerdote, oír  y al ir repasando, seguir creciendo.

Estos cinco años en Courage, he visto a muchos que comenzaron muy bien. Cuando recién llegaron, se sentían entusiasmados y emocionados y llenos de gozo. Hoy no se los ve por ningún lado. Tenían mucho entusiasmo pero eso no es suficiente para que a uno le vaya bien en la vida cristiana. Se necesita compromiso; el compromiso que te hace decir: “Voy a hacer un hábito de sentarme a repasar lo que me enseñan”. ¿Para qué me va a enseñar cosas nuevas Dios, si no he puesto en práctica lo que me enseñó la semana pasada? o ayer, o anoche.

¿Por qué es que la gente no echa raíces? Porque no apartan el tiempo. ¿Cómo se echan raíces? Aparta tiempo para escuchar a Dios. Dile: “Dios, voy a pasar contigo 10 minutos, 15 minutos, 20 minutos por día”. No es cuestión de cantidad de tiempo. Sólo debes comenzar, y luego cada día pasas tiempo a solas con Dios y le dices: “Bien, Dios, ¿y ahora qué? ¿Cuál es el próximo paso en mi carrera? ¿Cuál es el próximo paso en mi proceso de vida de castidad? ¿Cuál es el próximo paso en mi familia?” Dios no te puede hablar a menos que te desaceleres. Debes cultivar una mente abierta y apartar tiempo para escuchar.

3. DEBO ELIMINAR LAS DISTRACCIONES.

Muchas veces no podemos oír a Dios porque nuestras mentes están llenas de otros pensamientos. Tenemos las mentes llenas de otros asuntos del diario vivir, preocupaciones, planes, metas, ambiciones, cuentas, todos estos distintos tipos de cosas. Cuando nuestra mente está ocupada y siempre pensando y nunca dándole a Dios la oportunidad de que nos hable en quietud, Dios no puede comunicarse.

Te ha pasado que marcas un teléfono una y otra vez y solo escuchas  “Disculpe, pero todos las líneas están ocupadas”. Muchas veces Dios ha querido hablarte pero la línea está ocupada. Muchas veces Dios ha querido hablarle a tu vida pero el teléfono estaba descolgado, y a Dios no se lo pone en espera. Debes hacer tiempo. Cuando estás demasiado ocupado (y hay muchas cosas que son buenas pero que te pueden distraer, sí, incluso cosas de la iglesia te pueden mantener ocupado para no escuchar a Dios), estás demasiado ocupado para escuchar a Dios.

En el V. 7 Jesús dice: “Otra parte cayó en medio de los espinos [malezas] y los espinos, al  crecer con ella, la ahogaron.” V. 14: “La parte que cayó entre espinos son los que oyen, pero, con el correr del tiempo, los ahogan las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida,  y no maduran”. El tercer tipo de terreno donde el labrador arroja semillas, el terreno con malezas, representa la mente preocupada. Estamos abstraídos. La semilla germina y crece pero se ve ahogada por las malezas, antes de que pueda dar fruto.

¿A qué se debe que tanta gente viva una vida improductiva? A veces hablo con gente de 30, 40, 50, y aun 60 años, que dice: “No sé qué es lo que debo hacer con mi vida”. Eso me indica algo:

Que no estás pasando demasiado tiempo con Dios. El propósito de Dios no fue que anduvieras  por ahí malgastando tu vida. Si pasaras tanto tiempo hablándole a Dios sobre tu vida, como lo haces preocupándote por la misma, tendrías mucho menos cosas por las que preocuparte. Dios no está jugando jueguitos contigo. Él tiene un plan y un propósito para cada vida, pero no vas a saber cuáles son si te pasas el tiempo mirando novelas o escuchando radio. Debes pasar tiempo con Dios. Nos distraemos y permitimos que todo y todos empujen y alejen a Dios de nuestras vidas. Antes yo tenía un letrero en mi oficina que decía: “Cuidado, la vida atareada puede ser una vida árida”. Nunca se te ocurra confundir actividad con productividad. Algunos de ustedes están siempre ocupados, pero lo que en realidad hacen es estar dando vueltas. No saben concentrarse, no tienen una meta, una razón de ser, un propósito general. No han descubierto para qué los puso Dios aquí. ¿Por qué? Porque no están hablándole ni permitiendo que Él les  hable a ustedes. Deben deshacerse de las distracciones.

Jesús dice que las distracciones son como la maleza. Nos da tres ejemplos. Primero, que las preocupaciones pueden distraerte e impedirte que oigas a Dios hablar. Uno no puede orar y preocuparse al mismo tiempo. Las preocupaciones son los problemas y presiones del diario vivir. La palabra, en griego, significa “sentirse tironeado”. Estar tironeado en distintas direcciones. ¿Alguna vez sentiste eso? Tironeado en distintas direcciones. Esa es la definición bíblica de “preocupación”. Cuando estás preocupado no puedes oír lo que Dios te quiere decir. Estás preocupado, distraído. Las riquezas pueden ser una maleza en tu vida. Podemos estar tan ocupados en ganar dinero que no tenemos tiempo para Dios. Tan ocupados en ganarnos la vida, que en realidad no vivimos. No gozamos de la vida como debemos. Nos levantamos a la mañana y vamos a trabajar. Trabajamos mucho para pagar las cuentas, y para llegar a tener lo que tienen nuestros vecinos y mantener ese nivel, y luego nos caemos en la cama a la noche, nos levantamos a la mañana siguiente y hacemos lo mismo. Dios se queda afuera. Dios recibe las sobras de tu vida. En tu afán por ganar mucho dinero te puedes olvidar de Dios.

Otra maleza pueden ser los placeres. Los placeres no tienen nada de malo. ¿Quién crees que te dio la capacidad de disfrutar del placer? Dios. Dios ideó la diversión que hay en la vida. Dios te dio los sentidos, y la capacidad, y el sentido del tacto para que disfrutaras del placer. Dios desea que disfrutes de los placeres. Pero dice que puedes estar tan ocupado divirtiéndote que te olvidas de Él. Cuando la recreación remplaza el culto a Dios… “¡Estamos en verano! Creo que no voy a ir a la iglesia este fin de semana. No voy a ir al estudio bíblico… Estamos en vacaciones así que no me voy a tomar momentos de quietud”. ¿De quién te estás tomando vacaciones? ¿De Dios? Puedes estar muy ocupado divirtiéndote (y Dios quiere que te diviertas) pero cuando eso se hace lo más importante en tu vida, adivina quién queda de lado.

Hay muchos distintos tipos de maleza. Puedes hacer tu propia lista de cosas que tienden a dejar a Dios afuera. Puede ser una relación, una responsabilidad… cualquier cosa. La maleza es todo aquello que me distrae e impide que haga tiempo para estar con Dios, que tome asiento para estar en silencio y orar y decir: “Dios, ¿hay algo que me quieras decir hoy?” Algunos días te dirá algo, otros no. Pero debes tener la línea libre para que así pueda hablarte.

Una pregunta muy teológica: ¿Cuánto esfuerzo se necesita para que crezca la maleza? Ninguno.  La diferencia entre la planta y la maleza es que a la planta se la cultiva, se la fertiliza, se la poda, se la riega, y no crece. A la maleza uno no le hace nada y hace toda una explosión. Esa es la diferencia. No se necesita regar la maleza. ¡Crece y ya está! La maleza es señal de descuido. Cuando descuido mi tiempo a diario con Dios, cuando dejo de asistir a mi grupo de Courage, cuando no voy a los momentos de adoración a Dios que paso junto a otros miembros de la comunidad, no voy a los retiros, cualquiera de esas cosas, comenzarán a crecer malezas en mi vida y la Biblia dice que van a ahogar mi vida espiritual. Voy a perder el gozo, la paz, el propósito, mi tranquilidad, mi capacidad de manejar el estrés, etc. La maleza sofocará tu vida, y va a aparecer simplemente por descuidar tu tiempo con Dios.

4. DEBO COOPERAR CON LO QUE ÉL DICE.

Dios le habla al que por anticipado decide que va a hacer lo que Él le pida, y cuando Él se lo pida. La mayoría de nosotros queremos que Dios nos hable y luego decidiremos si vamos a obedecer o no, y Dios entonces dice: “No, no. Esto no es un juego”. Dios le habla al que va a hacer lo que Él le pide, una vez que se lo pida.

Conozco una parroquia cuyo ministerio de música cantó una canción que decía: “¡Sí, Señor, sí!”. En realidad eso era todo lo que decía la canción. Cuando la terminaron, el predicador se dio vuelta y dijo: “Muy bien, Dios. Ya escuchaste cuál es nuestra disposición. Ahora, dinos qué debemos hacer”. Eso es lo que Dios desea que hagas. Si quieres que Dios te hable, debes decirle: “Muy bien, Dios, voy a hacer lo que me digas que haga ya sea que lo entienda o no, aunque tenga sentido o no, aunque crea que me gusta o no, porque sé que es lo apropiado, y sé que Tú sabes mejor que yo qué es lo que me haría feliz”. Es cuestión de confianza.

El cuarto terreno representa el corazón dispuesto; dispuesto a hacer lo que Dios te pide que hagas, aun antes de que Él te lo pida. V. 15: “...la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha”. Subrayen la palabra “retienen”. No solamente oyen la palabra de Dios pero la retienen. Toman sus apuntes, la escuchan, meditan en ella, y la repasan. El resultado de ello es una vida productiva.

¿Quieres que tu vida valga de algo? ¿Te gustaría tener una vida productiva, en la que te sientes realizado, una vida de satisfacción? Entonces haz lo que dice Santiago 1, 22: “No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos”. Te estás engañando si crees que vas a crecer sólo con venir a la iglesia. “Llévala a la práctica”.

Si yo pudiera conectar una máquina a tu cerebro en este momento y mostrar los resultados en una de estas pantallas visuales, algunos sentirían vergüenza. Para algunos la pantalla quedaría en blanco o qué tipo de imágenes proyectaría. ¿Qué mostraría tu cerebro espiritual en la pantalla? ¿Tendrías la mente cerrada? ¿Tendrás una mente superficial, que se entusiasma en el servicio de adoración y luego al salirte olvidas de todo? ¿Tendrías una mente distraída, que desea hacer lo correcto pero estás muy ocupado en este momento para ello? ¿O tendrías la mente dispuesta?

Quiero terminar con una pregunta: ¿Qué vas a hacer después de este mensaje? La Biblia dice: “No se contenten sólo con escuchar la palabra...llévenla a la práctica”. Haz algo.

sábado, 28 de abril de 2012


10 consejos para re-descubrir a un ser querido con AMS
Atracción al Mismo Sexo

Enlistaré a continuación 10 consejos, pensando especialmente en los padres de hijos con AMS que desean re-crear el vínculo con sus hijos y no saben por dónde empezar:

1. Aprendan ustedes mismos sobre las causas de la AMS.
Existen varias posturas sobre la homosexualidad, algunas apoyándola como innata, otras considerándola como el resultado de una serie multifactorial de hechos psicológicos, afectivos, ambientales y constitutivos de la persona. ¿Qué teorías sostiene tu hijo?, ¿qué piensas tú?

2. Aprendan qué cree su hijo sobre la homosexualidad.
Las teorías populares sobre la homosexualidad son muchas, y es importante que sepas qué piensa tu hijo sobre la homosexualidad, qué creencias ha aceptado y qué proyecto de vida se ha trazado en base a lo que constantemente observa alrededor suyo. No traten de entender y sostener lo que ustedes creen de la homosexualidad; ábranse un momento, y reciban sin rechazo lo que su hijo entiende sobre la homosexualidad. No sean un obstáculo, sino personas dispuestas a amar y recibir la opinión de su hijo.

3. Dense cuenta de que ahora realmente están entrando al mundo de su hijo.
Tu hijo te está dando la oportunidad de conocerlo realmente. Éste ha sido su secreto por mucho tiempo e, independientemente de la circunstancia en que te lo haya revelado, ahora sabes algo que no conocías de él o ella. Así experimentarás lo que tu hijo ha vivido.

4. Únanse a su hijo.
Esperen mucho rechazo. Es frecuente que su hijo añore acercarse a ustedes y a las personas que más admira, pero por haber hecho suyo el rechazo, vuelve a dudar y desconfía, poniendo obstáculos para que los demás se acerquen. Todo esto aun con las mejores intenciones que ustedes tengan de escuchar, comprender y ayudar. Tengan paciencia consigo mismos y con su hijo.

5. Creen confianza, desarrollen actividades donde se involucren juntos y asistan a encuentros y eventos que él o ella prefiera y haya elegido.

Quiero rescatar la gran importancia que tiene el contacto físico cariñoso y sincero, especialmente del padre del mismo sexo. Es uno de los vínculos más importantes de pertenencia para su hijo. Se siente así seguro, perteneciente a ustedes. Si les ofrece sus opiniones, no las rechacen. Si les comparte su literatura, no la rechacen. Si les invita a conocer su mundo, conózcanlo. Aprendan, re-conozcan a su hijo, comprendan su perspectiva.

6. Busquen ayuda para ustedes.
Es importante contar con un apoyo durante estos momentos de cambio y reacomodo de nuestra perspectiva familiar. Puede ser de ayuda acudir a terapia, seminarios o sesiones de sanidad familiar. No se trata de que cambies a tu hijo. Eso depende de su decisión, no de ti. Tu papel inicia con tu trabajo personal y la disposición que tengas para ayudarte a ti mismo. Tu hijo puede mostrarte qué puedes cambiar para mejorar y poder ayudarle. Como diría en su momento Gandhi: "Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo".

7. Indica tus ideas una vez, no las repitas constantemente.
Como decimos popularmente en México, si nos "montamos en nuestro macho", nuestros hijos experimentarán el rechazo y se alejarán aun más de nosotros. No expreses una y otra vez tus ideas morales y valores, pues el vínculo con tu hijo se hará cada vez más débil. Si reiteras tu posición inflexiblemente, reforzarás el rompimiento de la comunicación y tu hijo se sentirá excluido. Se apartará de ti nuevamente. Es natural pensar que si no reiteras constantemente tu punto de vista, tu hijo creerá que lo has aprobado. Pero si no abres siquiera el canal de la escucha, tu intento de acercarte a tu hijo con la espada desenvainada resultará inútil.

8. No amenaces con retirar privilegios o posesiones. Tampoco lo presiones a tener citas con personas del sexo opuesto.
Si intentas controlar a tu hijo, sólo aumentarás su desconfianza, se agrandará la distancia entre ustedes dos y se fragmentará la posibilidad de acercarte a él o ella.

9. No te preocupes por tus errores.
Si te detienes a observar tus faltas en lugar de solucionarlas, con un esfuerzo renovado, no serás de ninguna ayuda para tu hijo. Descubre en él o ella lo que tienen que cambiar para re-crear la relación.

10. No te preocupes por "cambiar" a tu hijo... Primero, cambia tú.
Para amar a los demás hay que amarse también a uno mismo. ¿Qué ha observado tu hijo que ha rechazado de ti?, ¿hay algo que puedas cambiar?, ¿crees poder agradecer a tu hijo por tener confianza en ti, a pesar de lo que él o ella te recrimine, aunque no seas siquiera consciente de que se ha sentido tanto tiempo rechazado?

martes, 28 de febrero de 2012


El Buen Pastor
Jesús protege, vigila y se entrega.
Un rebaño no puede estar constantemente en un lugar cerrado. Sólo permanece allí cuando el clima es tan duro que no puede salir a pastar o cuando algún peligro grave le amenaza. Lo suyo es salir al campo a buscar el alimento en lugares abiertos. Por esto, un buen pastor, además de la comida, la bebida, el estímulo o el descanso, debe vigilar constantemente todos los movimientos del rebaño, debe estar a su lado y estar vigilante y atento para detectar cualquier situación que pueda suponer un peligro o amenaza para el mismo; el pastor debe alejar cualquier temor del rebaño y dar seguridad a sus ovejas, hasta el extremo de que puedan decir, si fueran capaces, como dice el salmista: "Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo, pues junto a mí tu vara y tu cayado, ellos me consuelan" (Sal. 23,4).
Los malos pastores son reprendidos en el capítulo 34 de Ezequiel de modo muy severo por el Señor porque, a causa de su conducta, las ovejas "se han dispersado por falta de pastor (de vigilancia y protección del pastor) y se han convertido en presa de todas las bestias del campo; andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todas las partes, por los montes y los altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra" (Ez. 34,5-6). Doble acusación: falta de vigilancia y carencia de defensa; por eso. La palabra del Señor contra ellos es amenazadora: "Ay de los pastores de Israel" (Ez. 34,2). Cuando el pastor no cumple fielmente con su cometido, todos los males pueden sobrevenir al rebaño.
En el corazón de buen Pastor, que es Jesucristo, hay un afán evidente y constante de protección y vigilancia en favor de los suyos y de su pueblo. Refiriéndose a Jerusalén, la rebelde, que no se ha dejado pastorear por él, no puede por menos que exclamar: "Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido" (Mt. 23,37). Y en otra ocasión "al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella" (Lc. 19,41). Dejando escapar algo del dolor que le producía su comportamiento ciego y el rechazo del gran Pastor y Salvador. Una situación difícil tuvo lugar en el huerto de los olivos en el momento de su prendimiento: pensó en ellos y dijo a los que habían salido a prenderle: "Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos" (Jn. 18,8). Y en su coloquio con el Padre antes de la pasión le dice: "Cuando estaba yo con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido salvo el hijo de la perdición" (Jn. 17,12). Se define a sí mismo y su entrega a favor de las ovejas cuando afirma: "Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano" (Jn. 10, 28).
En su vida pública se afirma como la seguridad absoluta para todos los que confíen en él, al declararse como el más fuerte que triunfa del fuerte, es decir, de Satán, al que venció en el desierto durante las tentaciones y en cuántas ocasiones se enfrentó a él (cf. Lc. 11,14-22). Más tarde diría: "El Príncipe de este mundo será echado abajo" (Jn. 12,31). En vísperas de su muerte anuncia a sus discípulos que él ha vencido al mundo (cf. Jn. 16,33). Y al final, en su resurrección, triunfó del pecado y de la muerte, y "una vez despojados los principados y las potestades, los exhibió públicamente, en su cortejo triunfal" (Col. 2,15).
Jesús llevó a cabo su misión de pastoreo con plena dedicación. Esta expresión nos hace entender que la persona que la practica está totalmente concentrada en aquel trabajo que está haciendo en exclusiva. Su mente, su corazón, sus fuerzas están todos dirigidos hacia aquel objetivo, vive para él y de él. Jesús es el Siervo de Yahvé en el que se concentran todos los ministerios, todo el servicio que implica el plan de Dios para la Humanidad. Y cuando está ejerciendo cualquiera de ellos, lo hace con absoluta dedicación y entrega, como lo demuestra a lo largo de toda su vida pública.
El descanso personal queda en segundo plano cuando, aún necesitándolo, se presentan los problemas del pastoreo. Si hubiera vivido en nuestros tiempos diríamos que tenía teléfono abierto día y noche. Desde el día en que "volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu" (Lc. 4,14) para empezar su ministerio público no se le conoce un tiempo de "vacaciones" –ni pagadas ni sin pagar- para descansar de tanto trabajo y tantos problemas. Ni siquiera en el momento en que necesitó imperiosamente "descansar un poco" (Mc 6,31), fue capaz de renunciar a ese mínimo para atender a "las ovejas que no tienen pastor" (Mc 6,34).
Por lo que sabemos, el Maestro tenía dos modos diferentes, pero efectivos de descansar: el normal de todo ser humano y otro especial. El primero consistía en la recuperación de fuerzas mediante el descanso físico; el segundo consistió en buscar el descanso del espíritu mediante la oración. Para el pastor de Israel, atender a las ovejas necesitadas, fueran o no ovejas de Israel, era más importante que la comida. En viaje de Judea a Galilea, "tenía que pasar por Samaria" (Jn. 4,4). Durante el camino pasó junto al pozo de Jacob. "Jesús, como se había fatigado, estaba sentado junto al pozo". (Jn. 4,6). En estas condiciones tiene lugar el encuentro con la mujer samaritana -una oveja perdida de Samaria- y a ella le dedica toda su atención. Cuando al fin llegaron los discípulos le rogaron que comiera. Su respuesta no da lugar a dudas: "Yo tengo para comer un alimento que vosotros nos sabéis. Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn. 4,32.34). Lo mismo hizo con su descanso, que sustituyó por la conversación con la samaritana a la que pastoreó con la palabra de vida que estaba necesitando.
El Buen Pastor dejaba el sueño a un lado cuando sus ovejas necesitaban de él. Después de la multiplicación de los panes, cuando ya se había ido al monte a orar, vio que sus discípulos tenían problemas porque "se fatigaban remando, pues el viento les era contrario" (Mc. 6,48), dejó su oración y "a eso de la cuarta vigilia" (Mc 6,48), es decir, entre las tres y las seis de la madrugada, "viene hacia ellos caminando sobre el mar" ((Mc 6,58).
Mientras duró el tiempo de su ministerio, no dejó su trabajo a otros ni descansó en otros colaboradores. No era el momento. Lo hizo todo personalmente. Como el Padre cuando pastoreaba al antiguo Israel, "conduce y guía" (Sal 23,3-4), o como observa él hablando del buen pastor, del que dice que: "cuando ha sacado sus ovejas, va delante de ellas" (Jn. 10,4). Su entrega sólo tiene un límite: la vida. La falta de descanso, de sueño, de tiempo... sólo son aspectos parciales y circunstancias menores en relación a la característica esencial de su pastoreo revelada por él mismo: "El buen pastor da su vida por las ovejas" (Jn. 10, 11).


SIEMPRE SERÁN NUESTROS HIJOS: UN MENSAJE PASTORAL A LOS PADRES CON HIJOS HOMOSEXUALES Y SUGERENCIAS PARA AGENTES PASTORALES
Una declaración del Comité de Obispos para el Matrimonio y la Familia

Prefacio
Este mensaje pastoral tiene como propósito llegar a aquellos padres que están tratando de comprender el hecho de que un hijo, adolescente o adulto, es homosexual. Es una súplica a las familias para que acudan a las fuentes de la fe, la esperanza y el amor al enfrentarse a un futuro incierto. Les pide que reconozcan que la Iglesia les ofrece grandes recursos espirituales para darles fuerza y apoyarlos en este momento de su vida familiar y en el futuro.
Este mensaje se deriva del Catecismo de la Iglesia Católica, las enseñanzas del Papa Juan Pablo II y las declaraciones de la Congregación de la Doctrina de la Fe y de nuestra conferencia episcopal. Este mensaje no es un tratado sobre la homosexualidad. No es una presentación sistemática de la enseñanza moral de la Iglesia. No abre senderos nuevos en la teología que presenta. Más bien, basados en la enseñanza de la Iglesia, y también en nuestra experiencia pastoral, tratamos de expresarnos con palabras de fe, esperanza y amor a los padres que necesitan la amorosa presencia de la Iglesia en un momento que bien podría ser uno de los más difíciles de su vida. También tenemos la esperanza de que este mensaje ayude a sacerdotes y agentes pastorales que frecuentemente son los primeros a quienes padres e hijos acuden con sus luchas y ansiedades.
En años recientes hemos tratado de acercarnos a familias que atraviesan circunstancias difíciles. Nuestras iniciativas tomaron la forma de declaraciones cortas, como ésta, dirigida a las personas que tal vez pensaban que no había lugar para ellas en el círculo de interés de la Iglesia. Siempre Serán Nuestros Hijos sigue la misma tradición de esas otras declaraciones pastorales.
Este mensaje no es para interceder ni está al servicio de ninguna agenda. Tampoco se debe interpretar como una aprobación de lo que algunos llaman "el estilo homosexual de vivir".Siempre Serán Nuestros Hijos es dar una mano a los padres y otros miembros de familia por parte del Comité de Obispos sobre el Matrimonio y la Familia, y les ofrece una perspectiva diferente a la gracia presente en la vida familiar y la invariable misericordia de Cristo nuestro Señor.

Es necesario un empeño pastoral todavía más generoso, inteligente y prudente, a ejemplo del Buen Pastor, hacia aquellas familias que - a menudo e independientemente de la propia voluntad, o apremiados por otras exigencias de distinta naturaleza - tienen que afrontar situaciones objetivamente difíciles.
- Juan Pablo II, Familiaris consortio, 1981, no. 77.



Momento crítico, tiempo de gracia
Al empezar a leer este mensaje usted podría sentir que su vida es un torbellino. Usted y su familia podrían enfrentarse a una de esas situaciones difíciles a las que se refiere el Santo Padre:
  • Piensa que su hijo o hija adolescente está sintiendo la atracción hacia personas del mismo sexo y/o ha observado actitudes y comportamiento que le parecen confusos o lo mortifican, o con los que no está de acuerdo.
  • Su hijo o hija le ha informado de alguna manera que tiene una inclinación hacia la homosexualidad.
  • Siente una tensión entre amar a su hijo como la creación valiosa de Dios que es y no aprobar ningún comportamiento que la Iglesia enseña que es inmoral.
Usted no tiene que enfrentarse solo a este momento doloroso, sin ayuda humana o sin la gracia de Dios. La Iglesia puede ser un instrumento de ayuda y sanación. Esta es la razón por la cual los obispos, como pastores y maestros, han escrito esta carta para usted en particular.

En este mensaje pastoral, acudimos al don de la fe, y también a las sólidas enseñanzas y a la práctica pastoral de la Iglesia para ofrecer ayuda amorosa, guía responsable y recomendaciones para los ministerios apropiados a sus necesidades y a las de sus hijos. Nuestro mensaje trata sobre su aceptación de ustedes mismos, sus creencias y valores, sus interrogantes y todas sus luchas actuales; sobre su aceptación y amor por su hijo por ser un don de Dios; y de su aceptación de la completa revelación de Dios sobre la dignidad de la persona y el significado de la sexualidad humana. Dentro de la visión moral católica no hay ninguna contradicción entre estos grados de aceptación, ya que la verdad y el amor no se oponen. Están unidos inseparablemente y arraigados en una persona, Jesucristo, quien nos revela que Dios es la verdad suprema y el amor salvífico.
Dirigimos nuestro mensaje a toda la comunidad eclesial y especialmente a los sacerdotes y a otros agentes pastorales pidiendo que nuestras palabras se conviertan en actitudes y acciones según el camino del amor que Cristo nos enseñó. Es mediante la comunidad de fieles que Jesús nos ofrece su esperanza, ayuda y sanación para que toda la familia pueda continuar creciendo y convertirse en la comunidad íntima de vida y amor que Dios desea.



Aceptarse a sí mismo
Primero consideramos los sentimientos debido a que usted puede sentirse sobrecogido por una marejada de emociones. Aunque el don de la sexualidad humana puede parecer a veces como un gran misterio, la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad es muy clara. Sin embargo, debido a que los términos de esa enseñanza se han vuelto muy personales en lo referente a su hijo o hija, es posible que usted se sienta confuso y con conflictos internos.
Podría estar sintiendo emociones muy diversas, y a diferentes niveles, tales como las siguientes:

Alivio: Tal vez ya percibía por algún tiempo que su hijo o hija era diferente en algunos aspectos. Ahora él o ella han venido y le han confiado algo muy importante. Es posible que sus hermanos se enteraran antes y tuvieron temor de contárselo. Pero, sea como sea, se ha quitado un peso de encima. Reconozca la posibilidad de que su hijo le haya comunicado esta noticia no para herirlo ni para crear mayor distancia, sino por amor y confianza, con el deseo de ser honesto, sentirse cerca y tener mejor comunicación.
Ira: Podría sentirse engañado y manipulado por su hijo e hija. Podría sentirse enojado con su cónyuge, culpándole de "ser la causa de que su hijo o hija sea así"— especialmente si ha habido dificultad en la relación entre padre e hijo. Podría sentirse enojado consigo mismo por no haber reconocido las señales de la homosexualidad. Junto a la ira, podría sentir desengaño, si otros miembros de la familia, u otros hijos, han rechazado a su hermano o hermana homosexual. También es posible estar enojado si los miembros de la familia o los amigos parecen aceptar y hasta consentir la homosexualidad. También—y no se puede ignorar—es posible sentirse enojado con Dios por permitir lo que está sucediendo.
Aflicción: Puede sentir que su hijo no es exactamente el mismo individuo que conocía anteriormente. Puede sentir que su hijo o hija nunca le dará nietos. La pérdida de esas ilusiones, como también la realización de que los homosexuales sufren discriminación y mucha hostilidad, puede causarle gran tristeza.
Temor: Puede temer que la vida y el bienestar de su hijo o hija están en peligro a causa del prejuicio que existe en contra de los homosexuales. Particularmente, puede temer que la comunidad empiece a excluir a su hijo o a tratar a su familia con desprecio. El temor de que su hijo contraiga VIH/SIDA u otras enfermedades transmitidas sexualmente es una amenaza seria y constante. Si su hijo se siente deprimido, usted podría temer la posibilidad de un suicidio.


Culpabilidad, vergüenza y soledad: "Si hubiéramos hecho o si no hubiéramos hecho . . .", son frases que pueden torturar a los padres en estos momentos. Pesares y desengaños se levantan como fantasmas del pasado. Sentir que uno ha fracasado puede llevarlo a un valle de vergüenza que a su vez puede aislarlo de sus hijos, de su familia y de otras comunidades de apoyo.
Sentido protector de padre y orgullo: Las personas homosexuales a veces tienen la experiencia de la discriminación y los actos de violencia en nuestra sociedad. Como padre o madre es natural que quiera proteger a su vástago del peligro, sin importar su edad. Usted podría insistir: "Siempre serás mi hijo o mi hija; nada cambiará eso. También eres un hijo de Dios, con talentos y llamado a cumplir su propósito en los planes divinos".

Mantenga presente dos cosas importantes cuando trate de comprender todas esos sentimientos. Primero, debe escucharlos. Puede ser que le den la clave que lo lleve a descubrir más plenamente la voluntad de Dios para usted. Segundo, debido a que muchos sentimientos pueden ser confusos o conflictivos, no es necesario tratar de controlarlos todos a la vez. Reconocerlos podría ser suficiente, pero también podría necesitar hablar sobre esos sentimientos. No anticipe que todas las tensiones se podrán resolver. La vida cristiana es un sendero marcado por la perseverancia y la oración. Es también una senda que nos lleva desde donde estamos hasta donde sabemos que Dios nos llama.




Aceptación de su hijo
¿Cuál es la mejor manera de expresar su amor, que es en sí un reflejo del amor incondicional de Dios, hacia su hijo? Por lo menos dos cosas son necesarias.
Primero, no rompa la comunicación; no rechace a su hijo. Un número sorprendente de jóvenes homosexuales termina en la calle por el rechazo de su familia. Esto y otras presiones externas, pueden poner a los jóvenes en un mayor riesgo de comportarse de manera autodestructiva con el abuso de narcóticos o el suicidio.
Su hijo puede necesitarlo a usted y a su familia ahora más que nunca. Él o ella es todavía la misma persona. Este hijo, que siempre fue un regalo de Dios para usted, puede ser que ahora sea la causa de otro regalo: que su familia se vuelva más honesta, respetuosa y comprensiva. Sí, su amor enfrenta una prueba ante esta realidad, pero también puede ser fortalecido mediante su lucha por responder amorosamente.


La segunda manera de comunicar amor es buscando ayuda apropiada para su hijo y para usted mismo. Si su hijo o hija es un adolescente, es posible que dé muestras de características que le preocupen, tales como lo que el joven lee o ve por los medios de comunicación, amistades intensas y otras señales y tendencias visibles. Lo que los padres necesitan hacer es no asumir que su hijo ha desarrollado una orientación homosexual, y cultivar una actitud que lo ayude a mantener una relación cariñosa que proporcione a su hijo apoyo, información, ánimo y guía moral. Los padres deberán siempre estar alertas sobre la conducta de sus hijos e intervenir de manera responsable cuando sea necesario. 
En muchos casos, puede ser apropiado y necesario que su hijo reciba ayuda profesional, incluyendo dirección espiritual y consejería. Es importante, por supuesto, que esté dispuesto a hacerlo voluntariamente. Busque un terapeuta que aprecie los valores religiosos y que entienda la naturaleza compleja de la sexualidad. Una persona así, tendrá la experiencia necesaria para ayudar a otros a discernir el significado del primer comportamiento sexual, de las atracciones y fantasías sexuales de manera que lleven a una mayor claridad y auto-identidad. Durante ese proceso, sin embargo, es esencial que usted permanezca abierto a la posibilidad de que su hijo o hija esté luchando por entender y aceptar una orientación homosexual básica.
El significado y las implicaciones del término "orientación homosexual" no se han aceptado de manera generalizada. La doctrina de la Iglesia reconoce que hay una distinción entre una "tendencia" homosexual que termina siendo "transitoria", y los "homosexuales que son definitivamente así, debido a algún tipo de instinto innato" (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre ciertas preguntas de la ética sexual, 1975, no. 8).
Por lo tanto, en vista a esa posibilidad, es apropiado entender la orientación sexual (heterosexual u homosexual) como una dimensión con raíces profundas de la personalidad de cada uno y reconocer su estabilidad relativa en la persona. Una orientación homosexual produce una atracción emocional y sexual mayor hacia individuos del mismo sexo, en vez de los del sexo opuesto. No excluye enteramente el interés, la atención y la atracción hacia miembros del sexo opuesto. Tener una orientación homosexual no significa necesariamente que una persona participe en actividades homosexuales.

No parece haber una causa simple de la orientación homosexual. Una opción común de los expertos es que hay factores múltiples—genéticos, hormonales, psicológicos—que pueden causarla. Generalmente la orientación homosexual se vive como algo dado, no algo que se escoge. Por lo tanto, de por sí, la orientación homosexual no puede considerarse como pecaminosa, ya que la moralidad supone la libertad de escoger.1 
Algunas personas homosexuales quieren que públicamente se las reconozcan como lesbianas o "gays". Estos términos frecuentemente expresan el grado de auto-realización y auto-aceptación personal dentro de la sociedad. Aunque usted pueda sentir que esos términos son ofensivos por sus connotaciones políticas o sociales, es necesario ser sensible a cómo su hijo o su hija los usa. El lenguaje no debe ser una barrera a la edificación de comunicación confiada y abierta.
Usted puede ayudar a una persona homosexual de dos maneras generales. Primero, anímela a cooperar con la gracia de Dios para que viva una vida de castidad. Segundo, concéntrese en la persona, no en su orientación homosexual. Esto implica respetar la libertad de una persona de escoger o rehusar terapia que va dirigida a cambiar su orientación homosexual. Con el presente estado de las ciencias médicas y psicológicas, no hay garantía de que esa terapia funcione. Por eso, no hay obligación de participar en ella, aunque algunos la consideren útil.
Sobre todo, es esencial recordar una verdad fundamental. Dios ama a cada persona como individuo único. La identidad sexual ayuda a definir a las personas únicas que somos y, un componente de nuestra identidad sexual, es nuestra orientación sexual. Por consiguiente, nuestra personalidad total va más allá de nuestra orientación sexual. Los seres humanos ven las apariencias, pero el Señor ve el corazón (cf. 1 Sm 16:7).
Dios no ama a alguien menos porque es homosexual. El amor de Dios siempre y en todas partes se ofrece a los que están abiertos para recibirlo. Las palabras de San Pablo son de gran esperanza:
Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús nuestro Señor. (Rom 8:38-39)



Aceptación del plan de Dios y del ministerio de la Iglesia
Para el cristiano, la aceptación de sí mismo y de un hijo homosexual deberá ocurrir dentro del contexto más amplio de la aceptación de la verdad revelada sobre la dignidad y el destino de cada persona. La Iglesia es responsable de profesar y enseñar esta verdad, presentándola como una vasta visión moral con aplicándola a situaciones particulares mediante sus ministerios pastorales. Presentaremos aquí los puntos principales de esta enseñanza moral.
Cada persona tiene su dignidad intrínseca porque ha sido creada a imagen de Dios. Un profundo respeto por toda la persona lleva la Iglesia a enseñar que la sexualidad es un regalo de Dios. El que una persona sea hombre o mujer es parte esencial del plan divino, porque su sexualidad — una mezcla misteriosa de cuerpo y espíritu — es lo que permite a los seres humanos compartir el amor y la vida creativa de Dios.


Igual que todos los dones de Dios, el poder y la libertad de la sexualidad pueden ser canalizados hacia el bien o hacia el mal. Todos — los homosexuales y los heterosexuales — son llamados a la madurez personal y a la responsabilidad. Con la ayuda de la gracia de Dios, todos están llamados a comportarse según la virtud de la castidad en las relaciones personales. La castidad significa la integración de pensamientos, sentimientos y acciones en la dimensión de la sexualidad humana, de manera que se valore y respete la dignidad personal propia y la de los demás. Es "el poder espiritual el que libera al amor de su egoísmo y agresión" (Concilio Pontificio para al Familia, La verdad y el significado de la sexualidad humana, 1996, no. 16).
Cristo llama a todos sus seguidores — ya sean casados o célibes — a una vida regida por una norma superior de amar. Esto incluye no sólo la fidelidad, el perdón, la esperanza y la perseverancia y el sacrificio, sino también la castidad que se expresa en la modestia y el auto-control. La vida de castidad es posible, aunque no siempre es fácil, porque implica un esfuerzo continuo para avanzar hacia Dios y alejarse del pecado, especialmente con la fuerza de los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Sin duda, Dios espera que todos busquen la perfección del amor, pero que lo logren gradualmente pasando por las etapas del crecimiento moral (cf. Juan Pablo II, Sobre la familia, 1981, no. 34). Para mantenernos firmes en el camino de la conversión, tenemos a nuestro alcance la gracia de Dios que es suficiente para todos los que están dispuestos a recibirla.
Además, cuando las personas homosexuales "dediquen sus vidas a entender la naturaleza de la llamada personal que Dios les hace, podrán celebrar el sacramento de la penitencia con más fidelidad y recibir la gracia del Señor que tan libremente se les ofrece allí para convertir sus vidas a la plenitud de su camino" (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre el Cuidado Pastoral de Personas Homosexuales, 1986, no. 12).
Para vivir y amar con castidad hay que entender que "sólo dentro del matrimonio el acto sexual simboliza a plenitud el doble designio del Creador, un acto de amor comprometido con el potencial de procrear una nueva vida humana" (United States Catholic Conference, Human Sexuality: A Catholic Perspective for Education and Lifelong Learning [La sexualidad humana: una perspectiva católica para la educación y la vida de continuo aprendizaje], 1991, p. 55). Esta es una enseñanza fundamental de nuestra Iglesia sobre la sexualidad, enraizada en el relato bíblico del hombre y la mujer creados a imagen de Dios y hechos para la unión mutua (Gn. 2-3).
A esto siguen dos conclusiones. Primero, el plan de Dios es que el acto sexual ocurra solamente dentro del matrimonio entre un hombre y una mujer. Segundo, cada acto de intimidad sexual tiene que estar abierto a la posible creación de una vida humana. La relación sexual entre homosexuales no cumple esas dos condiciones. Por eso, la Iglesia enseña que el comportamiento "homo-genital" es objetivamente inmoral, pero al mismo tiempo hace la distinción entre este comportamiento y la orientación homosexual que no es de por sí, inmoral. Es importante reconocer que ni la orientación homosexual ni la heterosexual, lleva inevitablemente a la actividad sexual. La totalidad de la persona no se puede reducir a su orientación ni a su comportamiento sexual.
El respeto por la dignidad que Dios concede a todos los seres humanos significa que hay que reconocer los derechos humanos y las responsabilidades. La enseñanza de la Iglesia expresa muy claramente que los derechos humanos de las personas homosexuales deben ser defendidos y que todos tenemos la obligación de luchar por eliminar cualquier forma de injusticia, opresión o violencia en su contra (cf. El cuidado pastoral de personas homosexuales, 1986, no. 10).
No es suficiente evitar la discriminación injusta. Las personas homosexuales "deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza" (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2358). Como es cierto de todos los seres humanos, necesitan ser fortalecidos simultáneamente en diferentes niveles. Esto incluye la amistad, la cual es una manera de amar esencial al desarrollo humano que es saludable así como también es una de las experiencias humanas más enriquecedoras. La amistad puede florecer, y de hecho florece, fuera de las relaciones sexuales genitales.
La comunidad cristiana debe ofrecer a sus hermanos y hermanas homosexuales comprensión y servicios pastorales. Hace más de veinte años nosotros los obispos dijimos que "los homosexuales... deberían tener un papel activo en la comunidad cristiana" (National Conference of Catholic Bishops, To Live in Christ Jesus: A Pastoral Reflection on the Moral Life[Vivir en Cristo Jesús: Una reflexión pastoral sobre la vida moral], 1976, p. 19). ¿Qué significa eso en la práctica? Significa que las personas homosexuales tienen el derecho de sentirse bienvenidos en la comunidad, de oír la palabra de Dios y de recibir servicios pastorales. Las personas homosexuales que viven castamente deben tener oportunidades para dirigir y servir a la comunidad. Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho a negar funciones públicas de servicio y liderazgo a personas, ya sean homosexuales o heterosexuales, cuyo comportamiento público viole abiertamente sus enseñanzas.
La Iglesia también reconoce la importancia y la urgencia de servir a las personas con VIH/SIDA. Aunque el VIH/SIDA es una epidemia que afecta a toda la raza humana, no sólo a los homosexuales, ha venido teniendo un efecto devastador entre ellos y ha llenado de angustia a muchos padres, familias y amistades.
Sin dar aprobación a un comportamiento autodestructivo ni negar la responsabilidad personal, rechazamos la idea de que el VIH/SIDA es un castigo directo de Dios. Además.
Personas afectadas por el SIDA no son personas distantes, extrañas, objetos de una mezcla de piedad y aversión. Tenemos que tenerlos presentes en nuestra conciencia como individuos y comunidad, y abrazarlos con amor incondicional. La compasión y el amor hacia las personas afectadas por VIH son la única respuesta auténticamente bíblica (National Conference of Catholic Bishops, Called to Compassion and Responsibility: A Response to the HIV/SIDA Crisis, [Llamados a la compasión y la responsabilidad: Una respuesta a la crisis del VIH/SIDA], 1989).

No hay nada en la Biblia ni en la doctrina católica que se pueda usar para justificar actitudes y comportamientos prejuiciados o discriminatorios.2 Reiteramos aquí lo que hemos dicho anteriormente en otra declaración:
Llamamos a todos los cristianos y ciudadanos de buena voluntad a confrontar sus propios temores sobre la homosexualidad y a impedir las bromas y la discriminación que ofenda a los homosexuales. Sabemos que una orientación homosexual conlleva suficiente ansiedad, dolor e inquietudes relacionadas a la autoaceptación como para que la sociedad añada más prejuicios (Human Sexuality: A Catholic Perspective for Education and Lifelong Learning, 1991, p. 55).


Recomendaciones Pastorales
Con la meta clara de vencer el aislamiento que usted, su hijo o su hija estén viviendo, le ofrecemos estas recomendaciones; también van dirigidas a los sacerdotes y ministros pastorales.

A los padres:
  1. Acéptense y ámense ustedes mismos como padres para poder aceptar y amar a su hijo o su hija. No se culpen por su orientación homosexual.
  2. Hagan todo lo posible para continuar demostrando amor por su hijo. Sin embargo, la aceptación de su orientación homosexual no tiene que incluir la aprobación de todo lo relacionado con las actitudes y el comportamiento que elija. De hecho, usted puede cuestionar ciertos aspectos de su estilo de vida que considere objetables.
  3. Inste a su hijo o a su hija a permanecer dentro de la comunidad de fe católica. Si ha dejado la Iglesia, estimúlelo a volver y a reconciliarse con la comunidad, especialmente mediante el sacramento de la Penitencia.
  4. Recomiende a su hijo o a su hija que busque un director espiritual/mentor que le ofrezca consejos en la oración y en cómo vivir una vida casta y virtuosa.
  5. Busque ayude para usted también, tal vez en la forma de consejería o dirección espiritual, mientras trata de encontrar entendimiento, aceptación y paz interior. También, considere unirse a un grupo de apoyo o participe en un retiro dirigido a los padres católicos de hijos homosexuales. Otras personas han tenido que andar por esa misma ruta pero puede ser que hayan avanzados más en la jornada. Pueden compartir maneras eficaces de manejar situaciones familiares delicadas tales como la forma de hablar sobre su hijo a otros miembros de la familia y amistades, cómo explicar la homosexualidad a niños menores y cómo tratar cristianamente a las amistades de su hijo o hija.
  6. Acudan en espíritu de amor y servicio a otros padres que también luchan con la homosexualidad de un hijo o una hija. Contacten a su parroquia sobre la posibilidad de organizar un grupo de apoyo para padres. Su oficina diocesana para el ministerio familiar, Caridades Católicas o un ministerio diocesano especial para personas homosexuales pueden ayudarlo.
  7. Al hacer uso de las oportunidades para la educación y apoyo, recuerde que sólo usted puede cambiar; sólo usted puede ser responsable de sus propias creencias y acciones, no por las de sus hijos adultos.
  8. Pongan toda su fe en Dios que es más poderoso, más compasivo y más misericordioso de lo que nosotros somos o podemos ser.
A los ministros de la Iglesia:
  1. Pónganse a la disposición de los padres y las familias que les piden su ayuda pastoral, consejería espiritual y oración.
  2. Reciban a las personas homosexuales en la comunidad de fe y busquen a los que están marginados. Eviten los estereotipos y las condenas. Traten primero de escuchar. No piensen que todas las personas homosexuales están sexualmente activas.
  3. Aprendan más sobre la homosexualidad y la doctrina de la Iglesia para que su prédica, enseñanza y consejería sean bien informadas y efectivas.
  4. Cuando hablen en público use las palabras "homosexual", "gay" y "lesbiana" con honestidad y correctamente.
  5. Mantengan una lista de agencias, grupos comunitarios, consejeros y otros expertos que puedan referir a personas homosexuales o a sus padres y familiares cuando ellos le piden asistencia especializada. Recomienden agencias que concuerdan con la doctrina católica.
  6. Ayuden a establecer o promover grupos de apoyo para padres y miembros de la familia.
  7. Infórmese sobre el VIH/SIDA para tener más conocimiento y ser más compasivo en su ministerio. Incluya oraciones en la liturgia para los que viven con VIH/SIDA, los que los cuidan, los que han fallecido y sus familias, sus compañeros y amistades. Una misa especial para la sanación y la unción de los enfermos puede celebrarse con motivo del Día Mundial del SIDA (diciembre 1ro) o con un programa local para informarse del SIDA.


Conclusión
Para San Pablo el amor es el principal don espiritual. San Juan considera que el amor es la señal segura de la presencia de Dios. Jesús propuso que es la base de los dos principales mandamientos que cumplen toda la ley y los profetas.
El amor, también, es la continua historia de la vida de cada familia. El amor se puede compartir, nutrir, rechazar y algunas veces, perder. Seguir el camino del amor de Cristo es el reto al que se enfrenta cada familia hoy. Su familia ahora tiene una oportunidad para compartir y aceptar el amor. Nuestras comunidades eclesiales están también llamadas a comportarse con un grado ejemplar de amor y justicia. Nuestros hermanos y hermanas homosexuales — en realidad, todos los humanos — han sido invitados a amar responsablemente.
A nuestros hermanos y hermanas homosexuales les ofrecemos una palabra final. Este mensaje es una mano abierta a sus padres y familiares que los invita a aceptar la gracia de Dios presente en sus vidas ahora y a confiar en la misericordia segura de Jesús nuestro Señor. Ahora les extendemos la mano y los invitamos a hacer lo mismo. Estamos llamados a convertirnos en un solo cuerpo, un solo espíritu, en Cristo. Nos necesitamos unos a otros porque así "creceremos de todas maneras hacia Aquel que es la Cabeza, Cristo. Él da organización y cohesión al cuerpo entero, por medio de una red de articulaciones, que son los miembros, cada uno con su actividad propia, para que el Cuerpo crezca y se construya a sí mismo en el amor" (Efe, 4:15-16).
Aunque a veces se sientan desanimados, heridos o enfadados, no abandonen a sus familias, a su comunidad cristiana ni a los que los aman. En ustedes se revela el amor de Dios. Ustedes siempre serán nuestros hijos.
En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor. (1 Jn 4:18)

Bibliografía de la Doctrina de la Iglesia
Catecismo de la Iglesia Católica, 2357-2359. U.S. Catholic Conference, 1994.
Concilio Pontificio para la Familia. The Truth and Meaning of Human Sexuality. U.S. Catholic Conference, 1996.
Congregación para la Doctrina de la Fe. Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre el cuidado pastoral de personas homosexuales. 1986.
Congregación para la Doctrina de la Fe. Declaración sobre ciertas cuestiones sobre la ética sexual (Persona Humana). 1975.
National Conference of Catholic Bishops. To Live in Christ Jesus: A Pastoral Reflection on the Moral Life. 1976.
National Conference of Catholic Bishops. Called to Compassion and Responsibility: A Response to the HIV/SIDA Crisis. U.S. Catholic Conference, 1990.
National Conference of Catholic Bishops. Human Sexualidad: A Catholic Perspective for Education and Lifelong Learning. U.S. Catholic Conference, 1991.
Papa Juan Pablo II. El Esplendor de la Verdad (Veritatis Splendor). 1993.
Papa Juan Pablo II. Exhortación Apostólica sobre la familia (Familiaris Consortio). 1981.

Notas
  1. The Catechism of the Catholic Church states also: "This inclination, which is objectively disordered, constitutes for most [persons with the homosexual inclination] a trial" (no. 2358).
  2. In matters where sexual orientation has a clear relevance, the common good does justify its being taken into account, as noted by the Congregation for the Doctrine of the Faith inSome Considerations Concerning the Response to Legislative Proposals on the Non-Discrimination of Homosexual Persons, 1992, no. 11.
Siempre Serán Nuestros Hijos: Un mensaje pastoral a los padres con hijos homosexuales y sugerencias para agentes pastorales es una declaración del Comité de NCCB para el Matrimonio y la Familia. Se preparó en el Secretariado para Familia, Laicos, Mujeres y Jóvenes bajo la supervisión de dicho comité. Su publicación fue aprobada por el Comité Administrativo el 10 de septiembre de 1997 y el signatario autorizó su publicación.

Monseñor Dennis M. Schnurr, Secretario General, NCCB/USCC

Las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia Latinoamericana con derecho de Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault, © 1972. Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino, 1989. Se usan con permiso.

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