LA
IGLESIA CATÓLICA Y LA HOMOSEXUALIDAD
Parte
primordial de nuestra responsabilidad en esta batalla es orar por las personas
homosexuales
La Iglesia Católica y la homosexualidad
La
Iglesia Católica, reflexionando a la luz de la Palabra de Dios y de la recta
razón bajo la guía del Espíritu Santo, siempre ha enseñado que el acto
homosexual es un pecado objetivamente grave. La Congregación para la Doctrina
de la Fe declaró en 1975: "Según el orden moral objetivo, las relaciones
homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En las
Sagradas Escrituras están condenados como graves depravaciones e incluso
presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios".
La
Iglesia, sin embargo, distingue entre la maldad objetiva de la actividad
homosexual y la responsabilidad subjetiva de quien la realiza. En esa misma
declaración del 75 se nos enseña que: "Este juicio de la Escritura no
permite concluir que todos los que padecen de esta anomalía son del todo
responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los
actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir
aprobación en ningún caso". Esto no quiere decir que las personas que
practican estos actos siempre sean subjetivamente excusables, sino que a veces
la ignorancia, el abuso de otras personas, las influencias ambientales muy
fuertes, etc., pueden conducirlas a realizar actos no totalmente libres. Sin
embargo, tales actos son gravemente malos en sí mismos, pues ofenden a Dios y
van en contra del bien auténtico de la persona humana.
La
Iglesia también distingue entre la inclinación homosexual (u homosexualidad) y
la actividad homosexual (u homosexualismo), enseñando que la primera no es
pecado en sí misma, aunque inclina a actos que sí lo son. Comentando sobre su
declaración del 75, la Congregación, en 1986, en una carta a los obispos sobre
la atención pastoral a las personas homosexuales, expresó lo siguiente: "...la
Congregación tenía en cuenta la distinción comúnmente hecha entre condición o
tendencia homosexual y actos homosexuales...Sin embargo, en la discusión que
siguió a la publicación de la Declaración, se propusieron unas interpretaciones
excesivamente benévolas de la condición homosexual misma, hasta el punto de que
alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o, sin más, buena. Es
necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinación de la
persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una
tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo
desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser
considerada como objetivamente desordenada".
La
Iglesia, siguiendo el ejemplo y la enseñanza del mismo Cristo, hace una tercera
distinción: la de condenar al pecado, pero tratar con misericordia al pecador.
Por eso la Declaración del 75 expresó: "Indudablemente, estas personas
homosexuales, deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y
deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y
su inadaptación social. También su culpabilidad debe ser juzgada con
prudencia". Sin embargo, dicha atención pastoral no debe degenerar en una
aceptación de la actividad homosexual como algo no reprobable. Por eso la carta
del 86 puntualizó: "Quienes se encuentran en esta condición deben, por
tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a
creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones
homosexuales es una opción moralmente aceptable".
En
su atención pastoral a las personas homosexuales, la Iglesia les ofrece ayuda y
esperanza de curación. El Padre John Harvey, con más de 30 años de ministerio
pastoral hacia estas personas, señala que la conversión heterosexual o al menos
una vida feliz en castidad es posible para los homosexuales y las lesbianas.
Inclusive las Paulinas de EE.UU. publicaron su folleto titulado Un plan
espiritual para reorientar la vida de un homosexual. El Padre Harvey dirige una
organización llamada Courage ("Coraje"), precisamente para ayudar a
estas personas a vivir con alegría la enseñanza de Dios y de la Iglesia. El Dr.
Joseph Nicolosi, quién es psicólogo, también ofrece asistencia terapéutica para
estas personas. Él le llama a su programa "terapia reparativa" y ha
escrito un libro sobre la materia.
Coherente
con esta actitud de condenación de la actividad homosexual, pero de amor y
comprensión hacia las personas homosexuales, la enseñanza de la Iglesia también
condena todo tipo de violencia o agresión hacia estas personas: "Es de
deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía
objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos
merecen la condena de los Pastores de la Iglesia, dondequiera que se
verifiquen".
El
23 de julio de 1992, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una
serie de consideraciones sobre proposiciones de ley en algunos estados de los
EE.UU. y en otros países, que harían ilegal la discriminación en base a la
"orientación sexual". Es decir, que les concederían a los
homosexuales ciertos "derechos", como el de contratos de alquiler de
viviendas a parejas homosexuales, el adoptar niños, el ser contratado como
maestro en escuelas para cualquier edad, etc. Sobre este punto la Iglesia
enseña que: "Las personas homosexuales, como seres humanos, tienen los
mismos derechos de toda persona, incluyendo el no ser tratados de una manera
que ofenda su dignidad personal. Entre otros derechos, toda persona tiene el
derecho al trabajo, a la vivienda, etc. Pero estos derechos no son absolutos;
pueden ser limitados legítimamente ante desórdenes externos de
conducta...Existen áreas en las que no es una discriminación injusta tener en
cuenta la inclinación sexual, por ejemplo en la adopción o el cuidado de niños,
en empleos como el de maestros o entrenadores de deportes y en el reclutamiento
militar...`La orientación sexual´ no constituye una cualidad comparable a la
raza, el grupo étnico, etc., con respecto a la no discriminación. A diferencia
de éstas, la orientación homosexual es un desorden objetivo".
Estas
consideraciones son muy importantes, pues como señala el mismo documento de la
Congregación: "El incluir ‘la orientación homosexual´ entre las
consideraciones sobre cuya base está el que es ilegal discriminar, puede
fácilmente llevar a considerar la homosexualidad como una fuente positiva de
derechos humanos...Esto agrava el error ya que no existe el derecho a la
homosexualidad... Incluso existe el peligro de que una ley que haga de la
homosexualidad un fundamento de ciertos derechos, incline a una persona con
orientación homosexual a declarar su homosexualidad o aún a buscar un compañero
para aprovecharse de lo permitido por la ley".
En
conclusión, el mismo documento de la Congregación también enseña que ante
proyectos de leyes que, sutil o no tan sutilmente, intentan legalizar el
homosexualismo, la Iglesia Católica no debe permanecer neutral, aun cuando
dichos proyectos no le afectan directamente. "Finalmente, y porque está
implicado en esto el bien común, no es apropiado para las autoridades
eclesiásticas apoyar o permanecer neutral ante legislaciones adversas, incluso
si éstas conceden excepciones a las organizaciones o instituciones de la
Iglesia. La Iglesia tiene la responsabilidad de promover la moralidad pública
de toda sociedad civil sobre la base de los valores morales fundamentales, y no
simplemente de protegerse a sí misma de la aplicación de leyes
perjudiciales".
Parte
primordial de nuestra responsabilidad en esta batalla es orar por las personas
homosexuales. En realidad nuestra batalla no es contra ellas, sino contra las
fuerzas del mal del "Príncipe de las Tinieblas", quien busca destruirnos
(Efesios 6:10-13). La batalla es contra el pecado y la ideología que estos
grupos promueven. Se trata de una lucha espiritual que requiere mucha oración y
sacrificio, sobre todo la Eucaristía, la adoración al Santísimo y el rezo del
Santo Rosario para los católicos. Todos los cristianos debemos unirnos en
oración por la conversión y salvación de los homosexuales y de nuestra nación y
actuar para impedir que este mal continúe extendiéndose. "Si mi pueblo,
sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla, orando y buscando mi rostro, y
se vuelve de sus malos caminos, yo le oiré desde los cielos, perdonaré su
pecado y sanaré su tierra" (2 Crónicas 7:14).